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Otro amanecer (1937) Kay Francis la gran estrella olvidada

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         Cuando mi amigo Luis Ramón Sánchez en sus estupendos post, publicados en el maravilloso grupo de Face “Cineastas amateurs”, nos trae el recuerdo de estrellas hoy lamentablemente olvidadas, me viene a la memoria uno de los casos más notorios. Una actriz que fue una auténtica estrella, compartiendo cartel con actores de la talla de Cary Grant, William Powell, George Brent y Errol Flynn y que protagonizó junto a Miriam Hopkins y Herbert Marshall, una de las comedias capitales en la historia del cine “Un ladrón en la alcoba” de Ernst Lubitsch.    
 
         En 1937 estaba en el punto crucial de su carrera. El momento en que estaba en su punto más álgido, desde el que se despeñaría para acabar en producciones de serie b. Todo se debió en gran parte al auge de estrellas nuevas como Bette Davis, y a su complicada relación con los estudios. Algo que venía padeciendo desde que comenzó su andadura en los estudios Astoria, donde la Paramount rodaba sus cintas en Nueva York. Una de esas cintas fue su debut y el de los Hermanos Marx ante las cámaras con “Los cuatro cocos”.Después de ser cedida una y otra vez a diferentes estudios, acabó firmando un contrato con la Warner, donde sería la actriz mejor pagada del estudio.
 
         En aquellos primeros años de la década de los treinta, Kay Francis con su espléndida figura era la musa de los mejores diseñadores de moda de Hollywood, con los que colaboraba estrechamente. Su fama iba en aumento, pese a las zancadillas que Warner Brothers le ponía, para que reconsiderara su salario. Pese a todo, el estudio transigió para que la actriz descansara después de que se iniciara el rodaje de la cinta a finales de septiembre de 1936. Unas vacaciones que la estrella pasó por Europa a lo largo del otoño e invierno.
 
         Cuando regresó al set de rodaje en febrero de 1937, había sucedido algo que cambiaría el devenir de la película. Concebida desde un principio como un vehículo para Francis, el resonante triunfo de la segunda película de Errol Flynn “La carga de la brigada ligera”, daría mayor protagonismo al actor australiano, modificando el final de la cinta, para que se quedara con la chica. Esta circunstancia hizo que la cinta tuviera una conclusión mucho más acorde con los estándares actuales, que las rígidas convenciones habitualmente usadas por el código moralista imperante y no cuento más, porque este blog huye en todo momento de spoiler.
 
         Lo cierto es que pese a la paralización del rodaje durante casi medio año, la cinta no se resintió en absoluto en su estructura. Algo que hay que agradecer principalmente al escritor Laird Doylequién es el responsable de la historia (inspirada en un relato de Somerset Maugham “La mujer del embajador”)y el guión. Doyle falleció antes de que volviera a reanudarse el rodaje el 2 de noviembre de 1936, a causa de un accidente del avión que el mismo pilotaba.  Precisamente un aeroplano cruzando un fuerte enclavado en las exóticas tierras de Arabia, es el inicio de este filme, que se desarrolla desde un principio con gran agilidad, diálogos brillantes y coherencia en su desarrollo. El guionista pese a fallecer con tan sólo 29 años, nos dejó excelentes muestras de su talento en títulos como “Jimmie the gent” con James Cagney, “La que apostó su amor” protagonizada por Bette Davis y “Príncipe y mendigo” la anterior cinta de Errol Flynn.
 
         A los mandos de la nave, un capitán del talento de William Dieterle, dio muestras de un talento que aún hoy no es suficientemente reconocido. Dieterle que había comenzado de galán en su Alemania natal, interviniendo en películas remarcables como “El hombre de los muñecos de cera” de Paul Leni y “Fausto” de Murnau, se inició en el mundo de la dirección en 1923, emigrando a Estados Unidos al comenzar la década de los treinta, para dirigir versiones alemanas de las cintas de la Warner. Poco a poco fue ganando peso en el estudio, hasta el punto que su siguiente película “La vida de Emilio Zola” ganaría el oscar al mejor filme de 1937.
 
 
 
         Lo mismo que sucedió con Francis, “Another Dawn” cayó progresivamente en el olvido. Al igual que esta tubo un excelente rendimiento en la taquilla, consiguiendo más de un millón de dólares de beneficio. Por eso es de justicia reivindicar este filme más que estimable, con doble ambientación en casa de campo británica y exóticos parajes del desierto. Una magnífica partitura de Erich Wolfgang Korngoldy una fantástica fotografía de Tony Gaudio, ambos junto a Errol Flynn y al estupendo actor secundario de gran vis cómica Herbert Mundin, coincidirían el año siguiente en “Las aventuras de Robin Hood”, una de las cintas más famosas de todos los tiempos. Hoy sin embargo nos quedamos, con esta estimulante película a caballo entre la comedia ligera, el melodrama y la aventura colonial, que os recomiendo efusivamente.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
     

Sansón y Dalila (1949) Espectáculo con mayúsculas

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De entre todos los caudillos del pueblo de Israel, quizás sea Sansón el más políticamente incorrecto. No es un líder piadoso y de conducta recta, como la mayoría de los que pueblan el libro de los Jueces, sino más bien un antihéroe de escasa imaginación, tremenda fuerza y gran sensualidad. Este desde luego no es el Sansón que inspiró a DeMille para su antepenúltima cinta. La fuente de la que se sirvió es una novela escrita por el líder sionista Vladimir Jabotinsky, titulada “Juez y tonto” publicada por primera vez en ruso el año 1926. Jabotinsky además de su labor literaria fue un hombre de acción, formando en su juventud grupos armados para repeler los continuos ataques a los que eran sometidos por la población en la Rusia zarista. Años después formó la legión judía que ayudó al ejército británico a desalojar a los turcos de Palestina. Posteriormente fue uno de los primeros adalides del estado de Israel, e intentó en 1936 realizar un éxodo en Polonia, para evitar el exterminio de su raza que desdichamente predijo.

 
Este patriota “con mayúsculas” de la causa judía, forjó un Sansón mucho más heroico que el narrado por las fuentes bíblicas. Asimismo brindó la pátina de romanticismo que la historia necesitaba, para satisfacer a las audiencias contemporáneas. Los propios guionistas de DeMille acabaron además potenciando el personaje de Dalila, convirtiéndola en una “Femme Fatale” característica del género negro tan en boga en esa década que a punto estaba de expirar.
 
El cine ya se  había ocupado de estos dos personajes en fecha tan temprana como 1902, cuando Ferdinad Zecca realizó una versión de seis minutos. Veinte años más tarde en Austria, se rueda otra película dirigida por Alexander Korda, que tiene la característica de juntar una historia moderna, junto a la bíblica, algo muy en boga en la época y cuyo mayor exponente sería dirigido precisamente por Cecil B. DeMille “Los diez mandamientos
 
Mucho se ha hablado del casting de esta película. Algunas afirmaciones son ciertas, mientras otras no pasan de meros bulos, como el de que el musculoso Steve Reeves, amigo de gimnasio de Mature, hiciera una prueba para el personaje principal. Sí que es cierto el que Burt Lancaster, originalmente fuera el pensado para encarnar a Sansón, pero una lesión de espalda, su juventud y las pocas ganas del actor, confluyeron en que al final el personaje recalara en Victor Mature.
 
La carrera del actor había comenzado con tres cintas que habían obtenido bastante éxito “Hace un millón de años”, “El embrujo de Sanghai” y “Mi chica favorita”junto a  Rita Hayworth. Tras participar en la contienda mundial hizo sus mejores interpretaciones en “Pasión de los fuertes” de John Ford como Doc Holliday, junto a dos clásicos por antonomasia del cine negro “El beso de la muerte” cuya interpretación fue decisiva para que DeMille lo contratara y “Una vida marcada”.
 
Si hubo dudas con el personaje de Sansón, todavía fue mayor para encontrar a la actriz que encarnara a Dalila. Aquí también la lista de dimes y diretes es amplia. Desde una joven Jane Simons, a actrices consagradas como Rita Hayworth y Lana Turner, cuyos respectivos estudios (Columbia y MGM) se negaron a cedérselos a Paramount. Hedy Lamarrcontaba en sus memorias que supo de la oportunidad de interpretar el papel, gracias a un cazatalentos de dudosa reputación a quién nombra bajo el pseudónimo de Sidney, que conoció en Romanoff,uno de los locales con más ambiente de la época en Los Ángeles.
 
El reparto se completó con una joven Angela Lansbury, que ejercía de eficaz secundaria como ya lo había hecho en otros filmes notables (Fuego de juventud, Luz que agoniza, El retrato de Dorian Gray Los tres mosqueteros), interpretando a Semadar, la hermana mayor de Lamarr/Dalila, aunque esta fuera diez años más joven que esta. Hedy Lamarr que se había hecho famosa, por su desnudo en la película “Éxtasis” llevaba ya mucho tiempo en Hollywood, donde su belleza había sido reconocida no tanto así su talento. Una vez finalizado su contrato con MGM donde compartió cartel con sus mejores estrellas: Clark Gable, Robert Taylor,Spencer Tracy, pero sin ningún filme que realmente quedara como un clásico imperecedero, su carrera cinematográfica comenzaba a declinar. Sería con esta bella y seductora Dalila, con el que pasaría a la memoria de las siguientes generaciones.
 
 
 
Los otros dos papeles de relieve, el poderoso Sarán de Gaza y la humilde judía Miriam, recayeron en George Sanders y Olive Deering. Mientras el primero fue petición expresa de DeMille, quién no ignoraba, estaría perfecto en el papel, tuvo en cambio sus más y sus menos con la designación de Deering. Sería la insitencia de Jesse Lasky jr, quién deseaba a toda costa que ese personaje lo interpretara una actriz judía, lo que acabó ablandando al duro director, quién tras las pruebas de cámara, la había dado como imposible. Si bien es cierto que luego, cuando se la relacionó con una lista de simpatizantes comunistas, el veterano director la defendió.
 
Como sibilinamente comenta Bret Wood, en su magnífica reseña de la cinta en la webb de TCM, DeMille defendía a los suyos de todos, menos de sí mismo. Si duros fueron sus enfrentamientos con Lamarr, apenas fueron una animada charla, comparados con los que tuvo que afrontar con Victor Mature, afectado de una cobardía fuera de lo común. Pese a su aspecto rudo, Mature era un hombre lleno de temores, de pelear con un león manso y sin dientes y hasta del ruido que provocaban las máquinas que producían los efectos especiales. DeMille llegó megáfono en mano, a humillar al actor delante de todo el reparto, diciendo que nunca había conocido un hombre como él  que tuviera miedo por todo. El león en cuestión se llamaba “Old Jackie”quien actuó con un doble, mientras que para los primeros planos con Mature, se utilizó una cabeza de peluche.
 
 
El rodaje comenzó el 4 de octubre de 1948, habían pasado dieciséis años desde que DeMille pensara en llevar a la pantalla la historia. Entonces ya había encargado a Harold Lamb un tratamiento sobre la historia, que no satisfizo al director, como dijimos al principio sería la novela de Jabotinsky, la base sobre la que se configuraría el guion de Jesse L. Lasky jr. y Fredric M. Frank. En cuanto a la concepción visual de la película, volvió a utilizar la inspiración del artista californiano,  Dan Sayre Groesbeck, cuyos bocetos y acuarelas son fuente de inspiración en las películas de DeMille. En su autobiografía publicada poco antes de su muerte el veterano director, no tiene empacho en señalar la importancia de su trabajo, en el resultado final de sus películas.
 
 
Finalizada en Febrero de 1949, la película se completó con escenas filmadas en el norte de África (Argelia y Marruecos) y en la más cercana Durango. El resultado final es un filme de gran belleza plástica, con el gran cámara George Barnes, sacando el máximo partido al Technicolor. Dos piezas fundamentales del estudio, la diseñadora de vestuario Edith Head y el músico Victor Young,contribuyeron de manera sustancial a mantener el empaque de la obra. Los decorados magníficos, incluían un fastuoso templo de Dagón, que requirió de dos intentos para realizarse convenientemente, en uno de ellos, Henry Wilcoxon mano derecha del director, sufrió una aparatosa herida en la cabeza. No sería el último percance que sufriera el veterano actor británico rodando con DeMille, en su último filme juntos “Los diez mandamientos” estuvo a punto de perecer ahogado, en la mítica escena en que Moisés, abría y cerraba el Mar Rojo. También veremos en escena a un jovencísimo Russ Tamblyn, en el papel de Saul, que sería el último juez de Israel, Tamblyn años más tarde se convertiría en  un estupendo bailarín, interviniendo en dos de los musicales más famosos de la historia “Siete novias para siete hermanos y West Side Story”.
 
 
Como solía ser habitual la crítica fue desdeñosa con el filme de Cecil B. De Mille. Una opinión luego repetida por historiadores tan prestigiados comoRoman Gubern, que en su famosa historia del cine, no dedicaba comentarios elogiosos precisamente. Afortunadamente, a día de hoy, la crítica cada vez coincide más con el juicio público que siempre fue fiel a DeMille. Ahora además gracias a una reciente restauración, podemos gozar en todo su esplendor de este maravilloso cocktail de sensualidad, aventuras, un poquito de religión y con una bellísima mujer fatal. Espectáculo con mayúsculas.
 
 
P.D. Parece que ya en 1935 DeMille ya se había planteado rodar la cinta con Henry Wilcoxon como Sansón y Miriam Hopkins haciendo de Dalila. Al final se decantó por “Las cruzadas” contando la historia de Ricardo Corazón de León, Saladino y Berenguela de Navarra.
 
 
La música de Victor Young sirvió de base a esta canción que grabó Nat King Cole
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

El arca de Noé (1928) "Noah's Ark". Un diluvio como Dios manda.

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         El 6 de junio de 1926, llegaba a Nueva York un director húngaro que sería fundamental en la historia del cine. No era un novato, llevaba ya catorce años realizando películas, primero en su país natal y desde 1919 en Austria, donde sus producciones, especialmente dos epopeyas bíblicas “Sodoma y Gomorra” y “Die Sklavenkönigin” conocida en Estados Unidos como “Moon of Israel, habían llamado la atención de la Warner, quién deseaba un nuevo Cecil B. DeMille para su estudio. Su nombre era   Manó Kertész Kaminer y después de haber adoptado otros nombres menos complicados, al llegar a Hollywood sería conocido como Michael Curtiz.

 
 
         Ya en la entrevista que mantuvieron en París, Harry Warner y Curtiz, el tema de “El arca de Noé” había estado encima del tapete, pero antes de enfrentarse a este reto, Harry lo puso a trabajar en “El tercer grado” un melodrama policial con ambiente circense basado en una obra teatral escrita en 1908 por Charles Klein, previamente llevada al cine en 1913 y 1919. El magnífico uso que hace de la cámara, especialmente en las escenas circenses, le gana el respeto de la crítica y del propio estudio.
         Warner Brothers lleva pocos años en la élite de Hollywood, formada en 1918, se halla en una carrera de fondo, compitiendo en prestigio y éxito, con la todopoderosa Paramount y la nueva pero resplandeciente MGM. Por eso en 1924 habían firmado al carismático galán John Barrymore y al director Ernst Lubitsch. Mientras el apolíneo actor si compensó a Warner con sus actuaciones, las películas dirigidas por Lubitsch, no acabaron por atraer al suficiente número de público que pudiera compensar los elevados costes de producción. Tras realizar cuatro filmes, no se renovó su contrato y se buscó en Curtiz, al hombre que pudiera aunar prestigio y comercialidad.
 
         En una plantilla de directores que no estaba sobrada de brillantez, la habilidad del cineasta húngaro, rápidamente sobresalió. Después de su debut, Curtiz realizó otros tres filmes,  hasta “Tenderloin” su primera cinta con diálogos. Una nueva experiencia que Warner había propiciado con “El cantante de Jazz”, logrando un éxito sin precedente. Es posible que a las audiencias modernas, les despisten estas películas semi-habladas, pero el complicado proceso de transición al sonoro, donde la cámara se mantenía estática, propició que en un principio se utilizaran de una manera parcial, dejando las imágenes de acción con una partitura sincronizada.
         Con este método se filmó asimismo “El arca de Noé”, la más ambiciosa de las producciones hasta el momento realizada por Warner. Con un presupuesto de un millón de dólares,  muy por encima de lo habitual en el estudio, pretendía rivalizar con otros grandes espectáculos y a decir verdad que lo logró. Una empresa destinada al tiránico director cuyos malos modos, tanto con el personal técnico, como con los extras, pronto se hicieron famosos. Si autoritario era DeMille, que decir de Curtiz, quién se negaba a parar el rodaje hasta para comer. Su gran capacidad de trabajo, no obstante le dejaba tiempo para tener numerosas aventuras amorosas con actrices principiantes.
 
 
 
         Para protagonizar una película de tal magnitud, el estudio colocó a Dolores Costello, esposa de  John Barrymore y primera dama de la Warner. Costello ya había coincidido con Curtiz en tres de sus primeras cinco películas rodadas en Hollywood. En su primera película americana (El tercer grado) y en su anterior proyecto “Tenderloin” con “A million bild” entre medias. También dirigió a la hermana de Dolores, Helene, en “Goodtime Charley” donde encabezaba el reparto Warner Oland, el villano de uno de los filmes más populares de Dolores Costello “Orgullo de raza”. (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2013/11/orgullo-de-raza-1927-en-el-viejo-san.html).
 
         Su paternaire George O´Brian fue cedido por la Fox, donde había intervenido en dos cintas tan importantes como “El caballo de hierro” y “Tres hombres malos” (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2014/05/tres-hombres-malos-1926-las-apariencias.html) de John Ford, aunque su papel más recordado fuera quizás en “Amanecer”de Murnau.  Un actor que era más un atleta que un intérprete, dotado de un imponente físico, contrastaba con la delicadeza de Dolores Costello, quién al lado de Curtiz había mejorado su ya depurada técnica interpretativa.
 
         Completaban el elenco, Noah Beery el malvado de la función, Mirna Loy y el simpático Guinn 'Big Boy' Williams, prolífico secundario que terminaría su carrera como Curtiz con el western “Los comancheros”. El tono grave lo ponía Paul McAllister , en el doble papel de ministro protestante y Noé. Un desempeño dual que comparte buena parte del reparto ya que “El arca de Noé” presenta dos historias, una contemporánea que comienza el día en que se declara la gran guerra de 1914, siendo la otra el episodio bíblico del libro de Génesis.
 
         Esta combinación de historias, tiene su precedente en “Intolerancia” donde Griffith enlazaba varias historias, una fórmula luego simplificada siendo “Los diez mandamientos” de DeMille la más popular de todas, pero que Curtiz ya había empleado en “Sodoma y Gomorra” un año antes en 1922. El argumento fue escrito por Darryl F. Zanuck, un joven de Nebraska que llegaría a ser un gran productor en los años dorados de la Twenty Century Fox, y que hasta el momento había escalado peldaños dentro de la Warner, desde que empezara escribiendo bajo pseudónimo guiones para las películas del famoso can Rin-Tin-Tín.En esta ocasión Zanuck escribió un alegato pacifista, donde los protagonistas son dos jóvenes americanos de viaje por Europa y una bailarina de cabaret alemana, cuando surja una situación límite que no deseo desvelar, un ministro protestante evocará la historia bíblica del diluvio universal. Será en esta narración donde Zanuck se tomará todo tipo de licencias, extrayendo situaciones de otros lugares de la biblia, como cuando el hijo de Noé, Jafet, es condenado a tirar de una piedra de molino, con sus ojos cegados, al igual que Sansón, o que Dios se aparezca a Noé en forma de zarza ardiente y luego le dé la orden de construir el arca en unas tablas como las de Moisés.
 
 

 
         Los magníficos decorados de la cinta, fueron diseñados por Anton Grot, un reputado director artístico que ya había trabajado en producciones importantes con Douglas Fairbanks y Cecil B. DeMille. Cuando estaba en plantilla de la empresa First National, esta fue absorbida por Warner, siendo este su primer trabajo para el estudio donde continuaría toda su carrera. Otro punto fuerte fueron los magníficos efectos especiales, siendo claro está el más destacado el descomunal diluvio que se cierne sobre la ciudad caldea y sus numerosos habitantes. El cámara Hal Morh, alertó a Curtiz sobre lo peligroso que era el plan de rodaje para los extras, pero este no tenía la más mínima idea de cambiar su planificación, así que Morh dejo la película siendo reemplazado por Barney McGill.
 
 
 
         Michael Curtiz deseaba que la escena fuera retratada con el mayor realismo. En la primera versión de “Los diez mandamientos” rodada por DeMille, en la escena en que las aguas ahogaban a las tropas de Faraón, se habían utilizado muñecos, empañando la acción culminante de la película. Curtiz no estaba dispuesto a que le pasara lo mismo y  no le importó que una tremenda tromba de agua, cayera sobre los actores que pululaban sobre el inmenso set. Luego se ha dicho, que a consecuencia de esto, tres personas perecieron ahogadas, que a un extra tuvo que amputársele la pierna, que Dolores Costello contrajo una fuerte neumonía y un rosario similar de catástrofes. Lo cierto es que los últimos biógrafos de Curtiz, han intentado encontrar pruebas fehacientes de estas afirmaciones, sin hallar ninguna, por lo que quizás no debería dárselas tan alegremente por ciertas.
 
         Lo único cierto es que el impasible y cruel trabajo de Curtiz, dio como resultado uno de los momentos más impactantes rodados en el cine hasta la fecha. Una maestría que se refleja a lo largo de toda la película, donde con brillantes imágenes nos narra la primera analogía que la cinta demuestra, el culto al becerro de oro, mostrando a los antiguos sosteniendo las joyas del preciado metal, que encadena magistralmente con las delgadas tiras de papel de la cotización bursátil. Las secuencias de acción están magníficamente rodadas y las escenas dialogadas que corresponden a los momentos más íntimos, no desentonan. Eso es al menos lo que conocemos de la película que tras estrenarse con una duración de 135 minutos, se decidió expurgar en una media hora. Reestrenada en 1957 sin rótulos explicativos y con una voz en off a modo de narrador que dejaba la cinta en 75 minutos, no fue hasta el siglo XXI en que fue restaurada devolviéndole el metraje hasta los 100 minutos, más una obertura y un epílogo musical.
 
         La versión que hoy poseemos se acerca bastante a la que se estrenó mayoritariamente por todo el mundo. Mientras en Estados Unidos tuvo un resultado discreto, ante las nuevas películas completamente habladas que surgían, en Europa que todavía apenas conocía el impacto del nuevo medio, tuvo muchos mejores resultados, consiguiendo el que finalmente la película diera beneficios. Una cinta hermosa, ágil, atractiva, en suma una película de Michael Curtiz.
 
 
 
 
 
 

Volpone (1941) Una maravillosa adaptación.

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         Como dicen los evangelios, nadie es profeta en su tierra. Así debió de pensar Maurice Tourneur cuando regreso a Francia en 1928. Había sido despedido de MGM al poco de iniciarse el rodaje de “La isla misteriosa”, su última cinta en América. Con ese sinsabor concluía una etapa que comenzaba en 1914 cuando la empresa Eclair, le mandaba a los estudios que poseía en Estados Unidos, ya que poseía un inglés fluido, fruto de giras como actor teatral en el Reino Unido.

 

         En poco tiempo, se situó a la cabeza de los mejores directores, donde pudo dirigir a las estrellas más populares como Mary Pickford y realizar brillantes filmes como “El pájaro azul” y “El último de los mohicanos”. Pero el poder cada vez mayor de los productores, que cercenaban su independencia artística, unido al divorcio de su primer esposa, le llevaron a tomar la decisión de regresar a su país.


         Como bien dije al principio de esta entrada, a Tourneur no se le recibió precisamente con los brazos abiertos. Su ausencia durante la gran guerra, donde tantos franceses habían fallecido, fue censurada por los círculos más conservadores quienes tampoco le perdonaban el que hubiera adquirido la nacionalidad americana en 1922. Pese a esas reticencias iniciales, poco a poco Tourneur fue revertiendo la situación, hasta convertirse en uno de los realizadores más prolíficos del cine francés durante la década de los treinta.

 

         Un periodo de gran efervescencia artística, que además coincidió con una gran generación de actores, provenientes en su inmensa mayoría del teatro, y que ahora aportaban su talento al recién nacido cine sonoro. Fue una etapa donde el cine francés se convirtió en uno de los más interesantes y comerciales del mundo. En 1938 Jacques De Baroncelli, empezó el rodaje de “Volpone” basado en la famosa pieza teatral de Ben Johnson. De Baroncelli hoy es un director prácticamente olvidado, pero en aquel momento era uno de los más reputados profesionales del cine francés. Desgraciadamente la producción tiene que pararse por falta de financiación. Casi dos años después se reanudará, un 23 de marzo de 1940, un momento de gran agitación, cuando Francia lucha desesperadamente contra las tropas alemanas.

 
 

         En ese instante tan crítico, es cuando Tourneur se hace cargo del proyecto, encargándose de una de sus especialidades, la adaptación literaria. En este caso se utilizó como base la adaptación que en 1928 escribieran Jules Romain y Stefan Zweig, cuyo nombre no aparece en los títulos de crédito debido a su ascendencia judía, ya que la película se estrena en mayo de 1941, en plena ocupación nazi.

 

Ambientada en la Venecia renacentista, la película cuenta con unos cuidados decorados y lujoso vestuario, en una producción digna de enfrentarse con sus coetáneas de Hollywood. Los chispeantes diálogos son ejecutados por una pléyade de buenos artistas entre los que sobresalen claro está los dos protagonistas Harry Baur como Volpone y Louis Jouvet en el papel de su fiel criado Mosca. A Harry Baur ya lo recordamos con motivo de su interpretación del comisario Maigret en “La cabeza del hombre” (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2014/02/la-cabeza-del-asesino-1933-homenaje-al.html), para muchos la mejor adaptación del célebre personaje de Simenon. En 1940 Baur era el actor de carácter más famoso de toda Francia, tan sólo Raimu tenía tantos adeptos. Su interpretación guiñolesca del astuto mercader veneciano, queda salvaguardada por su impecable técnica actoral. Al igual que el personaje de Johnson, Harry Baur era un actor ávido de gloria y riquezas, por lo que no le importó pactar con el diablo, de ahí su trágica muerte a causa según parece de los tormentos sufridos a manos de la cruel Gestapo.
 

         En cuanto a Louis Jouvet, decir que al igual que Baur, antes de dedicarse al cine tenía tras de sí una magnífica carrera teatral. En el cine había debutado con Topaze (1933) basada en la obra de Marcel Pagnol, brillando en varias de las mejores películas de la década de los treinta como “La kermesse heroica” y “Un drama singular” donde interpretó con singular acierto papeles de clérigo y “Hotel du Nord” en la que encarnaba al misterioso Monsieur Edmond, por solo citar algunos títulos, bajo la experta batuta de directores de la talla de Carné, Renoir Y Duvivier. Su aguda creación del sibilino mosca, sigue atrayendo al espectador, como los estupendos secundarios que aparecen.

 
 

         La bella Jacqueline Delubac, ya divorciada de su mentor Sacha Guitry está encantadora en el papel de la bella Colomba, esposa del celoso Corvino un estupendo Fernand Ledoux. Pero de todo el amplio reparto, el que mejor capta la esencia de la farsa de Ben Johnson es seguramente Charles Dullin, como el anciano Corbaccio. Dullin había formado precisamente con Jouvet y Jean-Louis Barrault y Jean Vilar, el célebre Cartel des Quatreque renovó el teatro francés de la época. Este sensacional Corbaccio que nos dejó para la posteridad, es una de sus mejores contribuciones al cine, donde en una filmografía no muy extensa destaca también su intervención al lado de Harry Baur, en la mejor adaptación sonora de “Los miserables” de Victor Hugo.

 
 

         Merece la pena ver esta atinada adaptación de Volpone, filmada en un momento tan crítico para Francia. La mayoría de los principales actores junto al director, permanecerían en esa Francia ocupada, Jouvet haría giras por América Latina representando al gobierno de Vichy, todo estaba en proceso de transformación, pero el talento seguía inmutable, como hoy más de setenta años después puede comprobarse.

 
 

 
 
 
 

El retrato de Dorian Gray (1945) Dos estetas unidos: Oscar Wilde y Albert Lewin

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         Recuerdo que “El retrato de Dorian Gray” la leí de un  tirón una noche de hace casi un cuarto de siglo. Aparte de algunos cuentos y poemas, esta era la primera obra que leía de Oscar Wilde. Tenía poco más de veinte años y me fascinó este novela fantástica, que trata de la belleza de la juventud y del precio que hay que pagar por ella. A partir de entonces me empeñé en leer todo lo escrito por el famoso escritor irlandés, incluyendo varias biografías, pero aunque al final su comedias teatrales me parecen lo mejor de su producción, nunca olvidaré que Dorian Gray fue la puerta que me abrió el  universo de Wilde.

         Pese a que sus obras puedan parecen un material excelente, el cine no ha frecuentado con demasiada asiduidad las obras de Oscar Wilde. Quizás su final, caído en desgracia por su homosexualidad, tuvo buena culpa de ello. Otro gran autor británico Somerset Maugham, que había asistido en su juventud, a los juicios que sufrió Wilde, guardo celosamente su condición sexual, después de ver como la hipócrita sociedad de la época destrozaba al brillante autor.
 

 
 
         Desde luego resulta desconcertante que la primera versión sonora de esta apasionante novela, no se realizara hasta el año 1945. Anteriormente se habían producido un cortometraje rodado en 1913 en Nueva York con Wallace Reid, y dos producciones británicas, otro corto estrenado en 1915 y al año siguiente el primer largometraje basado en la novela, protagonizado por Henry Victor una de las primeras estrellas del cine inglés. Películas de escaso relieve, cuyo interés es meramente anecdótico. También el cine alemán en 1915 y 1917 se ocupó del tema con otros dos filmes que se creen perdidos.

         El hombre que hizo posible esta magnífica cinta, Albert Lewin ofreció la posibilidad de realizar esta adaptación a MGM. El magnate Louis B. Mayer tuvo que plegarse a la independencia que Lewin pidió para llevar el proyecto a buen puerto. No era una decisión arriesgada puesto que Lewin había sido durante muchos años un hombre del estudio. Su biografía cinematográfica comienza cuando estando licenciado con las mejores calificaciones y con un próspero futuro como profesor de  universidad, asiste a la proyección de “El gabinete del Doctor Caligari”. Esta experiencia transformará su vida y decidirá adentrarse en el mundo cinematográfico, un territorio hostil para intelectuales como él.
 
         Desde su origen como estudio, Albert Lewin estará vinculado a MGM, primero como guionista y luego como asistente personal de Irving Thalberg. Su participación en producciones del calado de “Rebelión a bordo” y “La buena tierra”determinaran su pericia como productor. Pero la muerte de su protector hará que decida abandonar la Metro y seguir produciendo películas en Paramount. Será tras esa etapa, cuando decide con casi cincuenta años, involucrarse en la dirección de sus propias películas, donde dará rienda suelta a todas sus motivaciones estéticas.
 
         Su primer filme como director fue coproducido junto a David L. Lowe y se tituló en nuestro país Soberbia. Su base era también otra obra literaria en este caso de Somerset Maugham, inspirada en la figura del pintor Paul Gaugin. Al año siguiente 1943, filmó algunas escenas de Madame Curie, volvía a MGM que estaba preparando otra adaptación de Oscar Wilde, “El fantasma de Canterville” protagonizada por la nueva niña prodigio Margaret O´Brian y el gran Charles Laughton.
 
 
         Claro que el cuento infantil de Wilde, no tenía las aristas de la novela sobre Dorian Gray. El estupendo guion obra del propio Lewin, supo soslayar con elegancia los vaivenes de la censura. En cuanto a la concepción visual de la cinta, importante en grado sumo, contó con la entregada colaboración de Cedric Gibbons, el director artístico por antonomasia de MGM y un recién llegado, Hans Peters, quienes ayudaron mucho al director en la peculiar atmósfera que emana la película.
 
         Hombre de gran cultura, Lewin utilizó numerosas referencias que acreditan esta afirmación. Comenzando por la cubierta de “Las flores del mal” de Baudelaire que George Sanders está leyendo al comienzo de la película. Sanders interpreta a Lord Henry Wotton, un Mefistófeles victoriano que inculcará sus maléficas ideas en el joven Dorian. Sanders debe mucho a Lewin, puesto que le dio uno de sus primeros papeles protagonistas en su debut como director en “Soberbia”. Anteriormente el actor británico había participado en populares películas de serie B, con los personajes de “El Santo” y “El halcón” y como secundario en títulos de más fuste como la inolvidable “Rebeca”.
 
         Para encarnar a Dorian Gray, se eligió a Hurd Hatfield, un joven actor cuya única experiencia ante las cámaras había sido en “Estirpe de dragón” haciendo de oriental. Tanto en la crítica que escribió The New York Times, tras su estreno, como en la actualidad, se señala a su endeble interpretación cómo lo menos logrado de la película. Lo cierto es que Hatfield tras su intervención el año siguiente en “Memorias de una doncella” de Jean Renoir,pasó rápidamente a la incipiente televisión, interpretando en el cine sólo papeles secundarios. Por el contrario sus compañeras femeninas de reparto Donna Reed y Angela Lansbury gozaron de mucha mayor fortuna.
 
 
         En el caso de Lowell Gilmore que interpretaba al pintor Basil Hallward también era su segundo filme, después de intervenir en “Días de gloria” película que glorificaba a los partisanos rusos, cuando la guerra fría todavía no había hecho acto de presencia. Gilmore que estaba con un pie en los cuarenta, llevaba tras de sí una larga experiencia teatral. Peter Lawford que compone la pareja juvenil junto a Donna Reed, era una de las estrellas emergentes del estudio, que aquí en este ambiente tan decadente, está como un pez fuera del agua.
 
         Salvo algunas libertades, Lewin siguió fielmente el relato de Wilde. Donde el director aportó su huella fue decididamente en el aspecto visual. Encuadres artificiosos para los que empleaba mucho tiempo, unido a una iluminación muy personal. La colaboración del gran cámara Harry Stradling, fue providencial en el resultado final de la cinta. Stradling natural de Nueva Jersey, curiosamente se había hecho un nombre en Europa, siendo el fotógrafo habitual de las películas francesas de Jacques Feyder. Junto al director belga partió a Gran Bretaña, contratados por Alexander Korda y  posteriormente por Alfred Hichtcock en su postrera cinta de su etapa británica “La posada de Jamaica”. Precisamente Stradling volvería a Hollywood para volverse a poner a las órdenes del orondo director inglés. Cuando filma “El retrato de Dorian Gray” acababa de terminar su primera cinta en Technicolor “Escuela de sirenas”. En el filme de Lewin, utilizará el color en los planos en los que se ve el cuadro. Ese uso parcial del color Lewin ya lo usó en su primera cinta y volvería a hacerlo con la siguiente “Los amores de Bel ami”.
 
 
         Si nos tomamos el suficiente tiempo, podemos admirar ese abigarrado conjunto de raros objetos, planos imposibles, referencias culturales, que constituyen el complejo mundo de este creador todavía no suficientemente reivindicado que es Albert Lewin. Y siempre nos quedará ese maravilloso cuento fantástico obra de uno de los escritores más brillantes de todos los tiempos, Oscar Wilde.
 
 
P.D. Como curiosidad añadir que durante su etapa en Francia el cámara Harry Stradling filmó dos películas rodadas por Carlos Gardel en los estudios de Joinville de la Paramount. “Espérame" y “Melodía de Arrabal”.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Les inconnus dans la maison (1942) La represión no puede con el arte

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         En nuestra penúltima entrada, dedicada a la adaptación que Maurice Tourneur hizo de la comedia de Ben Johnson “Volpone”, dejábamos a Francia, a punto de capitular ante las tropas alemanas. La película que hoy presentamos, realizada en plena ocupación, es un claro exponente de cómo pese a tan dramáticos sucesos, la cinematografía francesa siguió dando obras maestras, pese a que muchos de los grandes realizadores, guionistas y actores habían abandonado el país.
         Para cuando se estrena “Les inconnus dans la maison” se cumple una década desde la primera adaptación de una novela de George Simenon al cine, estoy hablando de “Le nuit du Carrefour” dirigida por uno de los más célebres exiliados del cinema francés “Jean Renoir”, donde su hermano Pierre interpretaba por primera vez en la pantalla el personaje más popular del escritor belga, el comisario Maigret. Pero para cualquiera que esté mínimamente relacionado con la obra de Simenon, sabe que además de las entretenidas peripecias detectivescas del agudo detective, hay otras excelentes narraciones donde el autor donde se ocupa de temas de más profundo calado.

         Esta novela publicada en las páginas de Paris Match el 2 de noviembre de 1939, es una de las primeras que tratan sobre el abismo generacional. Esa fractura entre las nuevas generaciones y sus progenitores, es la base sobre la que se edifica el argumento. Jóvenes y mayores parecen vivir en mundos diferentes, una sensación que se irá acrecentando con los años, pero que esta novela escrita hace  tres cuartos de siglo ya denuncia.
         Simenon es uno de los más célebres invitados, en el banquete celebrado el 28 de mayo de 1941, en el prestigioso “Chez Ledoyen”, en plenos Campos Eliseos. Allí asiste invitado por la productora “Continental Films”, una iniciativa del ministro de propaganda alemán Joseph Goebbels, con la intención de controlar el cine autóctono de cada país ocupado. Para ello pone al frente a Alfred Greven, un hombre culto que intentará eludir en lo posible las directrices marcadas desde Berlín, rodeándose de los mejores actores, directores, guionistas etc. que aún quedaban en el país galo.
 
         Para cuando se rueda “Les inconnus dans la maison”, la Continental Films ya ha estrenado otros dos filmes menores basados en las obras de Simenon: Annette et la dame blonde y La Maison de sept jeunes filles. Pero este tercer proyecto era de otra envergadura, primero por la calidad de la novela original, segundo por estar dirigido por un hábil director, tercero por la impresionante interpretación de uno de los actores más geniales que ha dado Francia y por último el portentoso guion de uno de los talentos más creativos del cine posterior en Francia.
         Empezaremos por este último, Henri-Georges Clouzot, quién había forjado su oficio de guionista haciendo versiones francesas de las películas alemanas en la primera mitad de la década de los treinta. Despedido de la UFA, por su amistad con productores judíos, a su regreso a Francia fue aquejado por la tuberculosis, que le tuvo años postrado en la cama. Acechado por la miseria, no tuvo más remedio que aceptar la oferta de Alfred Greven, pese a los malos recuerdos que guardaba de los nazis.  En su  primer trabajo para la productora “Le duel” coincidirá por primera vez con dos de los artífices de la película que hoy nos ocupa Raimu y Pierre Fresnay.
         Tras escribir la adaptación de “Le dernier de six”,elaborará la adaptación y los diálogos de esta obra. Clouzot que será muy pronto uno de los mejores directores franceses, escribe un memorable guion donde utiliza elementos tan sugerentes como la cámara subjetiva que nos lleva en un sublime inicio por las calles de una triste ciudad de provincias, con la fantástica voz en off de Pierre Fresnay como narrador omnisciente. La película se segmenta en dos grandes secciones en la primera se narra un crimen y su posterior investigación. La segunda parte que se desarrolla íntegramente, salvo una leve escena, en el Palacio de Justicia, también tiene una introducción similar a la del comienzo, con la penetrante cámara y voz al unísono poniéndonos en situación. Si en la primera parte asistimos a la disección de la pequeña ciudad, con sus miserias, en la segunda nos encontraremos con una de las mejores escenas de tribunales jamás rodada. Ágil, rápida, divertida y conmovedora, todo a la vez.
 
         Sería injusto no rescatar la figura de su director Henry Decoin, un hábil realizador que merece un mayor reconocimiento y que en la década de los treinta dirigió especialmente comedias románticas a mayor gloria de su entonces esposa Danielle Darrieux, de la que se divorciaría coincidiendo casi con el rodaje de Les inconnus…, su segunda película para La Continental. Aquí plasma con brillantez el formidable guion, dándole en ocasiones un tono cercano a la comedia, que redime el penoso drama de trasfondo.
 
         Ese difícil equilibrio entre la tragedia y un humor de sabor amargo, tiene su mayor exponente en la interpretación del legendario Raimu. Aquí encarna al licenciado Loursat, un prestigioso abogado que lleva un par de décadas relegado al ostracismo, por culpa de su adicción alcohólica. La miseria y grandeza del personaje, son dibujadas por Raimu con una caligrafía de primer nivel. Por muy brillantes que sean el guion y la dirección del filme, el resultado no hubiera sido el mismo, sin el carisma que desprende al actor galo. Intérprete ocasional en películas cómicas durante la segunda década del siglo XX, el advenimiento del sonoro, vino a potenciar sus excelentes dotes de actuación, que le habían hecho ya muy popular en el teatro francés. Sería precisamente la adaptación de la popular pieza de Marcel Pagnol “Marius”,donde recreaba su interpretación del marsellés César Olivier, el que le hiciera una estrella de la pantalla. Famoso por su colaboración con Pagnol, donde además de la trilogía de Fanny (Marius, Fanny y César) intervino en filmes tan memorables como “El pan y el perdón” y “Tempestad de almas”. También trabajó con Duvuvier (Carnet de baile) Sacha Guitry (Las perlas de la corona, Faisons un réve) entre muchos otros.
 
 
         La película obtuvo un éxito inmediato, aunque luego fue quitada de la circulación tras la liberación, acusada de apología del régimen de Petain. Pocos años después, las aguas volvieron a su cauce y se le concedió el lugar que merece. Una estupenda película, que nos devuelve a una época oscura, donde pese a todo el talento lograba emerger. El poder del arte es mayor de lo que muchos creen.
 

Como robar un millón y...(1966) La elegancia hecha cine.

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         El origen de esta película se remonta diez años atrás, cuando el director William Wylerpiensa en rodar una nueva comedia que utilizara a la pareja protagonista de “Vacaciones en Roma”, Gregory Peck y Audrey Hepburn. Para ello pensó en adaptar un breve relato de George Bradshaw, que cuatro años antes había creado la historia que dio pie a la magnífica “Cautivos del mal” de Minnelli. Se pensó titularla “Venus rising” tras lo que          Wyler buscó los servicios de un nuevo genio cinematográfico llamado Stanley Kubrick para desarrollarla cinematográficamente.
         Al final el proyecto no llegó a buen puerto y estuvo en barbecho durante una década hasta que finalmente el veterano director se decidió a darlo forma, buscando a Harry Kurnitz para que se ocupara del guion. Kurnitz que llevaba un cuarto de siglo escribiendo guiones, había dado lo  mejor de sí mismo en los últimos años, colaborando en filmes tan exitosos como “Testigo de cargo”, “Hatari” y “El nuevo caso del inspector Clouseau”,generalmente considerada como la mejor de las películas de la Pantera rosa. Una saga de filmes que unían humor, intriga detectivesca y que reflejaban a la perfección la nueva década de los sesenta.
 
         “Como robar un millón y…” sigue sin duda esa nueva ola de producciones, cuyo mejor exponente es precisamente otro título protagonizado por  Audrey Hepburn “Charada”. Si en las películas de Edwards y Donen, era Henry Mancini el encargado de poner la música, en esta ocasión Wyler decidió apostar por un joven compositor que sería uno de los más importantes en las siguientes décadas John Williams. El carácter burlesco con que dibujó la partitura, fue del agrado de Wyler, con el que colaboró estrechamente.
 
 
         Otro de los puntales de la exquisita producción, fue la magnífica dirección artística de Alexandre Trauner. Con una brillantísima carrera a sus espaldas, participando en los mejores filmes de autores tan dispares y geniales como Marcel Carné y Billy Wilder, aquí creo el interior del inexistente museo Kleber-Lafayette, una de sus obras cumbres. Inspirado en el museo Jacquemart-André, el decorado fue erigido en los estudios Boulougne-Billancourt. Se cuenta que utilizó a conocidos falsificadores para que recrearan las diferentes obras de autores clásicos y contemporáneos, que el ficticio museo exhibe. Como exterior del museo se  utilizó la entrada del Museo Carnavalet parisino.
 
         Si en su anterior comedia, Roma había sido otro personaje más, aquí fue París quien tomaba el relevo. Aunque no dispuso de las facilidades con que había contado para rodar en la ciudad eterna, buena parte del París de la época puede apreciarse bajo la elegante lente del cámara  Charles Lang. En este excelente blog pueden verse con detenimiento las diferentes localizaciones de la película: http://movie-tourist.blogspot.com.es/2014/04/how-to-steal-million-1966.html.
 
 
 
 
         A todo ello se reunió un excelente reparto, que se hallaba en su mejor momento. La ya aludida Audrey Hepburn que seguía en el proyecto, había conseguido éxitos tan rotundos como “Desayuno con diamantes, Charada y My fair Lady” volviendo por quinta vez a rodar en la capital francesa. Peter O´Toole era por fin un galán más joven que ella. Nacido cuatro años antes, se hallaba en la cúspide de su fama tras protagonizar la épica epopeya de David Lean“Lawrence de Arabia”. Se han vertido ríos de tinta sobre la poca complicidad de la pareja en el filme, yo personalmente no estoy de acuerdo con esa afirmación, creo que su actuación es deliciosa y equilibrada pero para gustos los colores.
 
 
 
         Rodeando a la pareja, unos estupendos secundarios, comandados por Hugh Griffith. El actor galés ha pasado a la historia del cine por dos papeles memorables, el Jeque Ilderín de “Ben-Hur” y el lascivo “Squire Western” en Tom Jones. Aquí interpreta al amoral padre de Hepburn, un brillante falsificador que acepta a regañadientes dejar su lucrativo oficio. Otro destacado es Eli Wallach, recientemente desaparecido y que se hizo inmortal gracias a su colaboración con Sergio Leone. Aquí lo vemos haciendo gala de su vis cómica, algo menos habitual. También destacaría la intervención de Fernand Gravay, en la década de los treinta, galán del cine francés, que en Hollywood interpretó a Johan Strauss en "El gran vals”. Un actor galo mucho más popular Charles Boyer también tiene una pequeña intervención.
 
 
 
 
         Poco apreciada por la crítica y con una tibia acogida por parte del público, “Como robar un millón” aunque diste de ser la comedia perfecta, con un ritmo que no acaba de ser redondo, sigue siendo un estupendo divertimento, elegantemente realizado y con unos magníficos actores,. Y sobre todo está Audrey Hepburn esa maravillosa criatura, maravillosamente vestida por Givenchy.
 
 
 
 
 
 

La gran pasión (1946) Una obra de arte sin consumar.

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         'I've Always Loved You' título original de la película, era la primera de un total de tres, que el ya veterano Frank Borzage rodaba para la productora Republic Pictures. Para ello contaría con amplios medios y libertad artística total. La productora había nacido en 1935 fruto de la fusión de seis modestos estudios (Monogram Pictures, Mascot Pictures, Liberty Pictures, Majestic Pictures, Chesterfield Pictures e Invincible Pictures), todos en deuda con el laboratorio de revelado propiedad de Herbert J. Yates, quién se hizo con el control de la producción.

 
         Después de muchos años especializada en seriales y películas de relleno, poco a poco fue puliendo sus producciones, animada por el éxito que tenía su principal estrella John Wayne. Esta nueva situación económica propició que el modesto estudio se embarcara en producciones de mayor calado. “La gran pasión”  fue además su primera película rodada en Technicolor.
 
         En diciembre de 1939, aparecía en las páginas de American Magazine, una de las más populares publicaciones de la época, un relato titulado “Concerto”, cuyo autor era Borden Chase, inspirándose en la vida de su primera esposa Lee Keith, pianista de cierto éxito. Una práctica  habitual a lo largo de su carrera, siendo “Rio Rojo” su mejor exponente. En este caso el tono melodramático de la tensa relación amorosa entre profesor y alumna, con la música clásica de fondo, y un tercer personaje en discordia que representa a el amor pleno, sin ningún tipo de egoísmo, daba como resultado un argumento perfecto para un artista especializado en el melodrama como Borzage. El estudio pagó 100.00 dólares a petición de Borzage, superando la oferta de otros dos estudios que también estaban interesados.
 
 
         La concepción visual de la película contó con uno de los mejores directores artísticos de la época Ernst Fegté, nacido en Berlín, estuvo trabajando durante muchos años en Paramount. Dos años antes había recibido el oscar, por la poética cinta de Mitchell Leisen“El pirata y la dama”, siendo también nominado por “Cinco tumbas al cairo” y “La princesa y el pirata”, tan sólo la cinta de Wilder estaba realizada en blanco y negro, mostrando sus aptitudes para el Technicolor que aquí adquiere sorprendentes tonalidades, de la mano de ese gran cámara llamado Tony Gaudio. Gaudio fue el encargado de filmar la primera cinta en Technicolor a tres bandas del estudio con el que siempre se le relaciona, Warner Brothers. Se tituló “God´s country and the woman” y estaba protagonizada por George Brent. Juntos recrearon en Hollywood el devenir cosmopolita de la cinta que recorría lugares tan dispares como Nueva York, Filadelfia, Londres o Rio de Janeiro.
 
         En una escena de la película, el solista se permitía acallar al director de la orquesta. Arthur Rubinstein le dijo al director que ningún músico haría una cosa así. Cuando dejó el estudio después de tres días de grabaciones, por las que recibió 85.000 dólares, el pianista polaco se dispuso a grabar el Concierto Nº 2 de Rachmaninoff, con la orquesta del Hollywood Bowll dirigida Leopold Stokowsky. Fue una sesión llena de tensión, ya que donde el director quería tocar con más rapidez, era respondido por el pianista con más lentitud. El resultado no se publicó porque ninguno de los dos intérpretes dio su aprobación. Esto sucedió el 1 de Agosto de 1945, poco después Rubinstein volvió a la Republic, donde se disculpó con el director Frank Borzage, diciéndole “No necesita cambiar nada del guion, estaba equivocado”. Precisamente este segundo concierto de Rachmaninoff, una de las obras más populares del siglo XX, es de gran importancia en la línea argumental del filme. Curiosamente Rubinstein, no era un gran aficionado a su música, apreciando más a Rachmaninoff como el eminente pianista que era. En su inmensa discografía, exceptuando el famoso concierto que nos ocupa, que volvió a grabar en 1946, 1956 y 1971, creo que solo hay dos piezas más del compositor ruso.
 
 
         Si para los aspectos técnicos y artísticos Borzage contaba con profesionales de gran reputación, para el reparto eligió a actores poco conocidos que estaban bajo contrato del estudio. Al fin y al cabo el ya veterano productor, había convertido en estrellas a Janet Gaynor y Charles Farrell, y en los años treinta durante su estancia en MGM, había dado a un joven llamado James Stewart uno de sus primeros papeles de relieve en “El ángel negro”.Desgraciadamente en esta ocasión, no sucedió lo mismo y ese es el principal déficit que tiene la película.
 
         Quién está mejor sin duda es la menuda actriz rusa Maria Ouspenskaya, una reputada actriz de teatro, discípula del célebre Stanislavsky, creador del conocido método interpretativo. Su actuación como la abuela del egocéntrico músico Lepold Goronoff, está medida y llena de empaque. Una de sus mejores intervenciones en la pantalla, a la altura de sus composiciones en “Tu y yo” primera versión de McCarey interpretando a la abuela del protagonista y “El puente de Waterloo” (1940) donde era una  cruel profesora de baile. Otro actor que responde bastante bien es Philip Dorn, actor holandés que había gozado de fama en su país natal y Alemania, donde encarnó al Maharaná en la versión de 1938 de “El tigre de Esnapur. Al declararse la segunda guerra mundial, marchó a Hollywood, donde cambió su nombre Frits van Dongen, por el de Philip Dorn. Su composición del arrogante pianista, celoso, caprichoso etc. está bastante lograda aunque se echa en falta a un actor menos rígido y elegante como James Mason o George Sanders.
 
         Peor resultado dieron la pareja romántica. Empezando por el guapo Bill Carter. Un actor británico que llevaba un par de años intentando hacerse un hueco en el mundillo de las películas. Debutando en una comedia protagonizada por Chales Coburn, también había intervenido aunque sin figurar en los créditos, en la estupenda “El castillo de Dragonwyck”. Borzage decidió apostar por él, creyendo haber encontrado un nuevo Charles Farrell, pero su plana interpretación, acaba de echar por tierra, un papel de por si con pocos matices, como es el de George, amigo de la infancia de la pianista Myra Hassam. Su intérprete la californiana Catherine McLeod, tan sólo había aparecido en un puñado de películas como artista secundaria, durante su contrato para MGM. Aquí en su primera cinta para Republic, demostró no estar capacitada para un personaje con tantos matices, además de resultar poco creíble físicamente, para encarnar a una jovencita aficionada a la música. McLeod tuvo una carrera bastante más amplia que Carter, quién tardaría quince años en volver a aparecer en la gran pantalla, pero aun así acabo como muchos otros, trabajando de actriz secundaria en muchos telefilmes. De todos los participantes en el filme, el que más celebridad alcanzaría sería el pianista, compositor y director de orquesta André Previn, como uno de los jóvenes que acuden a una audición en la escena inicial. Previn quién estuvo durante años al frente del departamento de música de MGM, ha escrito decenas de bandas sonoras y hoy a sus ochenta y cinco años, sigue ocupando un lugar privilegiado para los aficionados a la música clásica.
 
 
 
 
         La película originalmente se iba a titular igual que el relato “Concerto”, pero se decidió cambiar su nombre, según explica Borzage en las páginas de Los Ángeles Times de octubre de 1945, porque muchos espectadores no conocían que significaba esa palabra. Aunque se esperaba estrenarla en Febrero de 1946, problemas con el laboratorio de Technicolor, retrasaron su estreno hasta el 2 de Diciembre. Pese a la gran inversión realizada, cercana a los dos millones de dólares, la cinta no tuvo la repercusión que el estudio esperaba. El resultado final es una sombra de lo que realmente pudiera haber sido. Por supuesto que nos queda una estupenda dirección artística, con unos colores sorprendentes y el pulso narrativo de Borzade. Desgraciadamente, nos cuenta empatizar con el reparto, que salvo honrosas excepciones, en las que había que incluir la breve aparición de Felix Bressart, inolvidable secundario de Ernest Lubitsch en tres de sus grandes filmes (Ninochtka, El bazar de las sorpresas y Ser o no ser), no está a la altura. Pese a ello, “La gran pasión” es un bello  melodrama, salpicada por hermosa música, interpretada por uno de los pianistas más geniales y mundanos que ha dado la música Arthur Rubinstein.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Tambores lejanos (1951) Objetivo Florida

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         Empezamos el año con Raoul Walsh, que es comenzarlo con cine de calidad y que asegura entretenimiento. En esta ocasión me he tomado la licencia de hablar sobre un western, en este caso fronterizo con el cine de aventuras. Pido licencia a mi amigo Farwest Clint Cooper, que es el auténtico especialista en el tema y que escribió una maravillosa entrada en su blog, sobre una de las mejores películas de Walsh “Murieron con las botas puestas”. http://theendfarwest.blogspot.com.es/2011/01/murieron-con-las-botas-puestas-1941.html
 
 
         Tambores lejanos no es por supuesto, uno de las mejores películas del oeste del maestro, siendo muy superiores títulos como “Juntos hasta la muerte” y “Perseguido” uno de las primeros western psicológicos del cine. Precisamente este último, salió al igual que este de la pluma de Niven Busch. El escritor compaginaba con éxito su labor para el cine, con la publicación de novelas que constituyeron auténticos best-seller, una de los más celebres fue “Duelo al sol”.
 
         En esta ocasión la película está ambientada en el trascurso de la segunda guerra seminola, durante la turbulenta gestación del estado de Florida. Adaptaba la novela publicada en enero de 1951 “For Everglades” de Frank G. Slaugther. El filme se comenzó a rodar a mediados de abril de ese mismo año, acabando la filmación el 7de junio. Se filmó principalmente en exteriores, fundamentalmente en las Evergladesy en el mítico Castillo de San Marcos, una fortaleza de piedra edificada por los españoles. Todo rodado en un estupendo technicolor gracias al talento de Sidney Hickox, eficiente colaborador de Howard Hawks en dos títulos míticos como “Tener y no tener” y “El sueño eterno”. También con Walsh realizó la impactante fotografía de “Al rojo vivo”.
 
         El rodaje en exteriores resultó bastante difícil. Se tuvo que contratar a dos expertos locales en serpientes, para que despejaran las localizaciones de rodaje de estos simpáticos animalitos. Luego estaban las peligrosas arenas movedizas donde fueron a parar el cámara Hickox y la estrella de la cinta Gary Cooper. El actor aseguró posteriormente que había donado un galón de su mejor sangre a las sanguijuelas y mosquitos del pantano. Pese a esto el comportamiento de Cooper, como en él era habitual fue ejemplar. Le unía una gran amistad con el director, con él que se iba a pescar en los ratos libres y se negó  a ser doblado en ninguna escena. Disfrutó realmente con su trabajo.
Cooper en el hotel Flamingo de Palm Springs
Divirtiéndose en el rodaje
         A Cooper se le emparejó con una actriz casi desconocida, la lituana Mary Aldon, una ex bailarina de ballet, que tras casarse con el director Tay Garnet, decidió probar como actriz, a decir verdad con escasa fortuna. Su papel en esta cinta como Judy Beckett, una señorita con ínfulas que esconde un terrible pasado es hoy el más recordado. Con todo es un apéndice del héroe Cooper, aquí en la piel del Capitán Quincy Wyatt, un personaje fronterizo muy en la línea de los protagonistas de los filmes de Walsh. Él también tiene su pasado, viudo de una princesa india, asesinada por soldados norteamericanos.
 
Fotos publicitarias de la premiere en San Agustín
         Como su antagonista el jefe Ocala, se contrató como era habitual a un actor occidental Larry Carper, que no figuró en los créditos de ninguna de las tres películas donde apareció. En este caso, la realidad no estaba tan alejada de la ficción ya que el auténtico líder indio, era mestizo, siendo su padre caucásico y su madre india y recibiendo originalmente el nombre de Billy Powell. Lo mismo que el hijo de Quincy Wyatt, al que interpretó Sidney Capo, del que no he conseguido información alguna. El guapo Richard Webb, un sólido actor que intervino de secundario en películas tan recordadas como “Retorno al pasado”, “El príncipe valiente” y “Ha nacido una estrella”, aquí encarnaba al estirado oficial Richard Tufts. Posteriormente su momento de mayor fama lo alcanzó gracias a la televisión, donde fue  el Capitán Midnight en la serie Jet Jackson. Los abundantes nativos, eran auténticos indios seminolas.
 
 
 
Pese a lo apuntado sobre el complejo pasado de los protagonistas, la película en absoluto pretende narrar las turbaciones interiores de los personajes. Estamos hablando de una cinta de acción, cuya premisa argumental se centra en un grupo de hombres, continuamente asediados por un temible enemigo,  que es en gran medida un remake de uno de los títulos más emblemáticos de Walsh, “Objetivo Birmania” protagonizada por otro de los grandes amigos del director, Errol Flynn. Casi dos horas de trepidante ritmo, que nos hacen añorar esos cines de sesión doble y las emisiones televisivas de los sábados por la tarde, donde nunca olvidaremos a Gary Cooper afeitándose con una gruesa navaja.
 
 
P.D. La siguiente película de Cooper sería Solo ante el peligro por la que recibiría su segundo oscar
 
La música siendo un filme Warner sólo podía ser de Max Steiner
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

La travesía de París (1956) Bourvil llega al olimpo

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       Cuando el prestigioso jurado de la Mostra de Venecia, decidió otorgar la Copa Volpi a Bourvil, por su interpretación del estraperlista Marcel Martin, su carrera cinematográfica alcanzó un prestigio, que muy pocos hubieran creído pudiera lograr. Ni siquiera el propio actor que no acompañó al resto de la expedición al festival veneciano.
 
       Este cómico francés, nacido como André Raimbourg, desde muy joven tuvo inclinación por el mundo del espectáculo. Ya durante el servicio militar se convirtió en animador de las tropas, utilizando su primer nombre artístico “Andrel” en homenaje de su actor preferido, el ya muy popular “Fernandel”.
 
       Desmilitarizado tras la derrota ante Alemania, Raimbourg actuará en infinidad de locales de todo tipo, junto a un viejo conocido de la mili el acordeonista Etienne Lorin,acompañando a Bordas la célebre mujer barbuda. Pero llega el amor, el actor y cantante se casa y decide formar una familia. Es la época en la que trabaja en multitud de oficios, según sus propias afirmaciones, siendo plomero estuvo a punto de causar más daños que las dramáticas inundaciones de París en 1910.
 
       Poco a poco empieza a entrar en los cabaret, donde interpretando a los sencillos campesinos normandos, logrará el triunfo. Aquí adoptará el pseudónimo que le hará famoso “Bourvil”, el nombre del pueblo de la Normandia donde se crió siendo niño. Acaba la guerra y su carrera va en ascenso, registra sus primeros discos y debuta en el cine donde interpreta una de sus canciones más populares “Le Crayon”.
 
       Encasillado en papeles bufonescos, siendo el personaje cómico imprescindible en las operetas más famosas de la época, junto a figuras del calibre de Luis Mariano y su amigo Georges Guetary, el cine al que sigue siendo asiduo, le dará la oportunidad de cambiar de registro. Muchos de sus admiradores ignoran que pese a interpretar con frecuencia a personajes de psicología básica, Bourvil es un hombre culto, que tiene una buena amistad con el pope de la cultura de la época Jean Paul Sartre y sobre todo con el cantautor George Brassens, quién le asesora sobre sus lecturas.
 
       Sería el empeño del director Claude Autant-Lara el que posibilitara el que finalmente se filmara está película.  Todo tiene su origen en “Le Vin de París” una colección de relatos publicados en 1947, salidos de la pluma de Marcel Aymé. Concretamente Le traversée de París es el segundo de los relatos, donde nos cuenta la historia de dos personajes tan dispares como el exchofer Martin y el pintor Grandgil que tienen que atravesar el París ocupado con unas maletas llenas de carne de cerdo, con destino al mercado negro.
       Autant-Lara estaba empeñado en llevar a la pantalla este relato, fueron seis años hasta que el proyecto tomó cuerpo. Con todo, la contratación de dos estrellas como Gabin  y Bourbil, hicieron que el desconfiado productor no se decidiera a aumentar el presupuesto, por lo que finalmente acabó siendo una producción en blanco y negro, rodada íntegramente en estudio.
 
       Aquí  no terminaron las piedras en el camino. El escritor Aymé, se escandalizó cuando supo que Bourvil iba a interpretar el papel de Martin. Pero el director se mantuvo en sus treces y logró que posteriormente Marcel Aymé le confesara que era la mejor adaptación llevada al cine de una de sus obras. El novelista, dramaturgo y poeta, llevaba más de dos décadas ligado al cine, no sólo fueron adaptadas a la pantalla sus novelas y relatos, también participó en la escritura de muchos guiones. En esta ocasión fueron los guionistas habituales de Autant-Lara, Jean Aurenche y Pierre Bost, quienes lograron un guion ágil y preciso, en un tema que nunca había sido tratado hasta ahora en el cine de esa forma.
 
       Hasta ese momento, las películas que trataban la época de la ocupación, o bien versaban sobre héroes, o sobre víctimas como la exitosa “Juegos prohibidos”. Este retrato donde los personajes sobreviven, con amoralidad o cinismo, sólo podía ser digerible bajo el barniz de la comedia que la adaptación cinematográfica potenció.
 
 
       Mientras la química entre Bourvil y el director funcionó a las mil maravillas, las disensiones entre este y Jean Gabin se prolongaron durante todo el rodaje. Gabin que había firmado el contrato para poder rodar con su amigo Bourvil, acabó detestando la película. Él pensaba que sabía perfectamente cómo debía interpretar al famoso pintor, por eso le irritaba las continuas indicaciones de Autant-Lara. Pese a todo su presencia se hace imprescindible en la película lo mismo que otras dos actuaciones más breves pero que brillan con luz propia.
 
       Por un lado Jeanette Batty que interpreta a la mujer de Martin, una actriz marsellesa de la que apenas se guarda recuerdo y que aquí está realmente bien. El otro, que encarna al carnicero Jambier, es nada menos que Louis de Funés quien pese a su magnífica intervención, todavía no alcanzó el status de gran estrella que conseguiría unos pocos años más tarde.
 
       La película se estrenó con poco bombo, en dos salas parisinas. Fue el boca a boca, la mejor publicidad. De esa forma consiguió ser la cuarta película más taquillera del año en Francia y se exportó a medio mundo. Hoy en día está considerada entre las mejores películas del cine francés. Para el director fue su último gran momento de gloria, ahogado por los críticos de Cahiers que vituperaron su obra. Afortunadamente, el tiempo pone a cada uno en su sitio y hoy podemos ver como el tiempo no ha hecho mella sobre esta tragicomedia parisina, mientras que otros proyectos considerados en su tiempo novedosos, hoy aburren mortalmente.
 
 
 
 
 

El prisionero de Zenda (1937) Lo bueno si doble, dos veces bueno.

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Wilfrid J. Holroyd jr., fue un hábil esgrimista que dio muestras de su talento, en multitud de películas de los años treinta, aunque no figurase en ningún título de crédito. El doblaba en las escenas de acción a los protagonistas, como es el caso de Ronald Colman en este magnífico filme.
 
“El prisionero de Zenda” formaba parte de esas lecturas juveniles, que solíamos frecuentar en nuestra época. Su autor Anthony Hope no es ni de lejos tan célebre como otros autores de ese subgénero como Salgari o Verne, pero lo cierto es que para mí resulto una novela muy divertida, donde prevalecía un sentido del humor muy británico.
 
       Escribiendo este post he descubierto que esta, la más famosa de sus novelas, tuvo una continuación titulada Rupert de Hentzau, que por su sinopsis parece mucho más dramática. Esa es quizás la causa de que exceptuando un telefilme británico de 1957, no haya sido llevada a la gran pantalla en la época sonora.
Henry Ainley interpretó el doble papel en la versión británica de 1915
Las adaptaciones cinematográficas, comienzan en 1913, con una versión rodada por la Famous Players en Norteamérica. Dos años después en Gran Bretaña se rodaran con el mismo reparto “El prisionero de Zenda” y su secuela “Rupert de Hentzau”. Un caso único que no volverá a repetirse, ya que las siguientes adaptaciones mudas de ambas novelas, serán producidas por dos estudios diferentes.
 
 
Imágenes de la versión de Rex Ingram para Metro en 1922
 
La versión rodada en 1922 de “El prisionero de Zenda” por Metro Pictures, es la única que he podido visionar. Su protagonista es Lewis Stone, un actor ya veterano, conocido por actuar en muchas películas de  Greta Garbo, para interpretar a su rival Hentzau, se contó con los servicios de Ramón Novarro, en su primera gran oportunidad en el cine. En el papel de la Princesa Flavia apareció Alice Terry, esposa del director, el genial Rex Ingram. Pese a su estupendo diseño de producción, la cinta no es de las mejores del cineasta irlandés, le falta la chispa que el mismo elenco lograría con “Scaramouche”,rodada dos años después.
Rupert de Hentzau rodada por Selznick en 1923
 
En 1923, se estrenaba la continuación “Rupert de Hentzau”. Sus protagonistas Bert Lytell, Helaine Hammerstein y Lew Cody muy populares en su tiempo, no pudieron superar el ascenso del sonoro y quedaron en el olvido. También tuvo una suerte funesta su productor Lewis J. Selznick, que ese mismo año declaraba la bancarrota de su productora.
 
 
Catorce años después, su hijo David acababa de fundar su propia productora Selznick International Pictures, después de aprender todo sobre el mundo del cine en la Paramount, RKO y la MGM que comandaba su suegro Louis B. Mayer. Su primera película como independiente “El pequeño Lord”, fue un éxito considerable, a ella le siguieron otras dos rodadas en el nuevo sistema Technicolor de tres bandas: “Ha nacido una estrella” y “El jardín de Alá”.
 
Así se iba a rodar esta nueva versión de “El prisionero de Zenda”, siendo una de las causas por las que Colman se decidió a interpretarla. Ronald Colman ya había coincidido con David O´Selznick, cuando este produjo para MGM, una estupenda adaptación de “Historia de dos ciudades”. Por desgracia, finalmente tuvo que rodarse en blanco y negro. Los problemas financieros de la empresa Pioneer que era la que hasta ahora había brindado a Selznick la oportunidad de rodar en Technicolor, se unió con una imperiosa necesidad de obtener liquidez por parte de Selznick, ya que el resto de inversores querían ver resultados inmediatos. Recordemos que el productor llevaba un año con los preparativos de “Lo que el viento se llevó”, invirtiendo una importante suma en ello. La opción de rodar en blanco y negro, además de más económica, permitiría poner la cinta en circulación lo antes posible.
 
 
Pero este no fue el último de los problemas a los que se enfrentó la nueva versión. Selznick quería que fuera el prestigioso Frank Borzage quien se ocupara de la dirección, pero Warner Bross que lo tenía en contrato, se negó a prestarlo. Finalmente sería John Cromwell, quien se encargó de una de las mejores producciones de Selznick para RKO “Cautivo del deseo” y director asimismo de “El pequeño Lord” el elegido. De todas formas, el auténtico artífice de la película era el joven productor, quién no sólo utilizó a Cromwell. Para la escena más famosa del filme, el brillante duelo final, pidió prestado a su suegro Mayer, a W.S. Van Dyke, famoso por su ritmo dinámico. Su gran amigo George Cukor, se encargó de dirigir la conmovedora escena final entre la princesa Flavia y el impostor inglés.
 
 
No era esta la primera ocasión en que Ronald Colman interpretase un doble papel. Ya en su etapa muda lo hizo en 1927, con “La llama mágica” en la que el actor interpretaba a un payaso y un noble, una película de Henry King con su habitual pareja en el cine de aquella época Wilma Banky. Un filme del que lamentablemente sólo se conserva su primera parte. El segundo de los títulos con duplicidad de papeles, pude verlo hace muchos años cuando TVE emitió un buen número de películas de Samuel Goldwyn, estudio para el que trabajó durante una década el actor inglés. Se titulaba “La máscara del otro” (1933) y tiene  bastantes paralelismos con sus papeles en “El prisionero de Zenda”. Al igual que en la novela de Hope, Colman interpreta a un miembro prominente de la sociedad, si en la cinta que hoy nos ocupa se trata de un rey, en este drama contemporáneo, interpreta a un destacado miembro del gobierno británico, que al igual que el gobernante de Ruritania tiene un problema de adicción, en este caso las drogas. Su “sosias” es también un primo lejano, quien asimismo se enamora de la mujer de este. En la anterior colaboración entre Selznick y Colman, “Historia de dos ciudades” sin existir un parecido físico, también asumirá la identidad de un noble francés. En esta ocasión logró una de las mejores interpretaciones de su carrera, lo cual es decir mucho, dando la profundidad y empaque que el personaje requería.
 
Además del brillante actor británico, la producción destaca por un reparto casi perfecto. Para el papel de la princesa Flavia, se pensó en un principio en la joven Anita Louise, quien ya había intervenido como actriz secundaria en películas importantes como“El sueño de una noche de verano” y “El caballero Adverse” ambas protagonizadas por Olivia de Havilland. Pero finalmente pensó que Madeleine Carroll, con su melena platino, encajaba mejor con el aura principesca del personaje. Británica, de madre francesa y padre irlandés, antes de iniciarse en el teatro, consiguió licenciarse en bellas artes. Una mujer inteligente, que supo aprender el oficio de actriz cinematográfica, hasta convertirse en poco tiempo, en la estrella más popular del Reino  Unido. Ella fue la primera rubía gélida, del gran Alfred Hitchcock. Su primera colaboración juntos en Treinta y nueve escalones (su siguiente filme con el maestro fue El agente secreto), la convirtió en una actriz de fama mundial. Cuando Selznick decide darle el papel de Flavia, Madeleine llevaba un año en Hollywood, tras firmar un contrato con Paramount donde ya  había actuado con dos estrellas una prometedora y la otra en la cima: Tyrone Power en Lloyds de Londres y Gary Cooper en “El General murió al amanecer”.(Anteriormente Carroll en 1934 ya había estado en Hollywood, rodando para la Fox una película de Ford que fue un gran fracaso, “Paz en la tierra).
Anita Louise en El sueño de una noche de verano
 
Madeleine Carroll y Robert Donat en 39 escalones
 
 
 
Si Colman está perfecto en la película, puede decirse lo mismo de Douglas Fairbanks Jr., quién en un principio no estaba dispuesto a interpretar el papel de Rupert ya que no era el protagonista. Finalmente, el buen consejo de su progenitor hizo que aceptara, logrando la interpretación por la que hoy es más recordado. Frente al grave y calmado Colman, Fairbanks contrasta con su personaje nervioso y amoral. Un villano, que pese a todo nos cae bien. No sucede lo mismo, con el  cínico y tortuoso Michael el Negro, al que da vida uno de los villanos por antonomasia Raymond Massey. Massey había tenido su primer papel protagonista en el cine interpretando a Sherlock Holmes, pero a partir de su papel de Ducelin en “La pimpinela escarlata” empezó a hacerse imprescindible como malvado. El actor canadiense había proseguido con villanos históricos como Felipe II en Fuego sobre Inglaterra y El Cardenal Richelieu en Bajo el manto escarlata, hasta llegar a su brillante interpretación del pérfido hermano del monarca. La estupenda Mary Astor, también estaba genial como su sufrida compañera Antoinette.
 
 
 
No menos apropiado como el Coronel Sharp está C. Aubrey Smith. Encarnación perfecta del militar veterano, nadie mejor que el para este papel. Como su ayudante, un juvenil David Niven, que sólo tres años antes hacía de esclavo en “Cleopatra” de DeMille, donde Aubrey Smith interpretaba a un guerrero britano amigo de Cesar.
 
Otro de los aciertos de la cinta, fue su espléndido guion a cargo de un nutrido grupo de escritores, bajo la supervisión como era habitual de Selznick. Su principal responsable fue John L. Balderston, uno de los mejores guionistas de su época, que empezó su carrera en el cine en Universal, donde firmo los guiones de los grandes clásicos del estudio (Frankestein, Drácula, La momia, La novia de Frankestein). En el género de aventuras, ya había destacado en un título tan popular como “Tres lanceros bengalíes”.
 
Para rematar la estupenda fotografía de James Wong Howe, cuya pericia hizo posible que Colman apareciese por partida doble en el mismo plano. Los estupendos decorados de Casey Roberts, fueron el marco perfecto donde lucir el estupendo vestuario. Su autor, el modisto austríaco Ernest Dryden, acababa de ocuparse de la otra gran película de Colman ese año “Horizontes perdidos” de Frank Capra. Desgraciadamente fallecería sólo un año después víctima de un ataque al corazón.
 
El lanzamiento de la película, coincidió con la abdicación del monarca británico Eduardo VIII, para casarse con la norteamericana Wallis Simpson. Este acontecimiento, hizo aún más interesante para los espectadores el filme, que tuvo un resonante éxito. Todo el mundo alabó esta maravillosa cinta de aventuras, que sigue siendo una de las mejores del género de capa y espada. Unos grandes actores, un prestigioso equipo técnico y el genio indómito de un productor irrepetible David O´Selznick. Si sólo habéis visto la versión que quince años después realizó MGM con Stewart Granger y que copia fotograma a fotograma esta película, os animo a que descubráis el original, os aseguro que ganaréis con el cambio.
 
 
 
P.D. La estupenda banda sonora de Alfred Newman, fue utilizada nuevamente en el preestreno de “Lo que el viento se llevó” ya que su autor Max Steiner todavía no la había concluido.  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Monte Cristo (1929) El talento de Henry Fescourt

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       Como era norma en aquella época, las grandes novelas que gozaban del favor del público, pronto eran adaptadas para representarse en los escenarios. “El Conde de Montecristo”, la popular obra de Dumas, no podía escapar a la moda. Tres décadas después de que fuera escrita, un joven y apuesto actor irlandés James O´Neill (padre del famoso dramaturgo Eugene) empezaba a representar con gran éxito el personaje de Edmundo Dantés. Fue tal la acogida, que pasó las siguientes décadas volviendo a interpretar al mítico conde, hasta superar las 6.000 representaciones. En 1912, el productor Adolph Zukor consiguió convencerlo para que lo interpretara en el cine. El actor que contaba con sesenta y cinco años, no consiguió el mismo efecto ante la cámara cinematográfica y la cinta estrenada casi con un año de retraso, no alcanzó el éxito deseado.
 
 

       Pese a ello no era la primera adaptación llevada al cine, ya en 1908 y 1912 la productora Sellig había rodado dos versiones abreviadas del relato y seguramente habrá otras que desconozco filmadas en los rincones más inauditos del planeta, tal era y es la fama de esta novela. En 1918 se rueda en Francia la hasta entonces, aproximación más seria a la obra. Mediante 15 capítulos producidos por Pathe, asistimos a una versión bastante integral de esta. Su director Henry Poctual , sacó adelante el proyecto pese a contar con un presupuesto bastante modesto. Como dato más curioso anotar que originalmente el protagonista del filme iba a ser Jean Angelo, que fue llamado a filas y sustituido por Léon Mathot. Diez años más tarde Angelo,  ya convertido en una estrella, sería el protagonista de la versión que hoy nos ocupa.

Anuncio brasileño de la versión francesa de 1918
 

       En 1922 la Fox Film rueda la primera versión hecha en Hollywood. Su protagonista un joven John Gilbert, en su quinta película para la productora que pretende hacer de él un nuevo Valentino. Durante muchos años considerada perdida, su visión en la actualidad me ha decepcionado bastante. Es obvio que Gilbert mejoró considerablemente su actuación gracias a la experta mano de Victor Sjostrom y King Vidor. Aquí especialmente en su primera parte, lo vemos bastante exagerado en su interpretación del prisionero del castillo de Iff. Con todo es una producción agradable, con suntuosos decorados y lujoso vestuario, que incluye un final feliz entre la pareja protagonista de Edmundo y Mercedes, diferente del de la novela.

 
John Gilbert en la versión de 1922
 

       Ese falso “Happy end” tan propio del cine de Hollywood, ha sido por desgracia habitual en  numerosísimas adaptaciones, desde la protagonizada por Robert Donat en 1934, hasta la miniserie con Gerard Depardieu. Una de las pocas que respetan el final de la obra, es la versión mexicana de 1941, con un Arturo de Córdova en plenitud. Y por supuesto esta maravillosa película francesa rodada a caballo entre 1928 y 1929, que tanto me ha  impresionado.

 

       Al frente Henry Fescourt, un talentoso director francés, cuya obra vuelve a ponerle en el lugar de honor que merece. Rebuscando en antiguas enciclopedias del cine, no encontré la más mínima referencia a este gran narrador, mientras detallaban con todo lujo de detalles la trayectoria en el cine mudo de Renoir y Clair, cuyas obras en ese periodo distaban mucho de ser perfectas, o el tedioso Abel Gance, cuyas películas son poco digeribles para un espectador normal. Afortunadamente Fescourt, parece que vuelve a estar de moda, como en aquellos años veinte, cuando sus películas causaban sensación.

El asesinato del Duque de Guisa de 1908
 
 

       Durante muchos años Fescourt ha sido reconocido más como teórico del cine, o memorialista. Las páginas de Le foi et les montagnes, son un relato en primera persona de los orígenes del cine francés. Aunque descubrió el cine en un burdel en 1902, empezó a interesarse por el nuevo medio tras asistir a una proyección de “El asesinato del Duque de Guisa”, una nueva experiencia de trasladar temas complejos al cine, con la novedad de una partitura musical escrita exprofeso para el filme obra del prestigioso Camille Saint-Saëns.

 
Edmundo Dantés a punto de ser prendido en la versión de 1929
 
 

       Sus inicios en el cine fueron en la empresa Gaumont, que comandaba  Louis Feuillade. Auténtico titán de esa primera época en el cine, Feuillade, también había empezado como periodista al igual que Fescourt, que comienza a realizar varios guiones para la compañía hasta ser elevado en 1912 a la categoría de director. En su aludido libro de recuerdos evoca al patrón de la compañía León Gaumont, enfadándose cuando por equivocación se filmaba un plano medio, o un primer plano. Muy enfadado bramaba: “Sabed que las cabezas no caminan solas”.

Mathias Shandorf el primer gran éxito de Fescourt
 

       En este medio en continuo cambio, Fescourt va filmando sus primeras obras, comedias cortas en su mayor parte. Al año siguiente rueda sus dos primeros seriales, La Marquise de Trévenec y La mariquita, ambas en cinco partes. Es la edad de oro, un género el del cine por capítulos de quien es máximo exponente Feuillade, autor de los populares Fantomas y Judex. En Norteamérica el serial más popular fue sin duda “Los peligros de Paulina”. Al igual que su mentor Fescourt será llamado a filas, pero mientras Feuillade vuelve pronto al cine, incapacitado para el servicio activo, Fescourt pasará prácticamente toda la guerra. Cuando regresa, empieza un filme con la prestigiosa compañía Le filme d´art titulada “Un toast a la lune” que queda inacabada.

Carteles alemanes de la película
 
 

       Dos años después conocerá a Louis Nalpas, un productor radicado en Niza, que será fundamental en su carrera. Nalpas que lleva en el cine desde 1912, apoya a Fescourt para que ruede una adaptación en 9 episodios de la novela de Verne “Mathias Sandorf” donde el propio Nalpas ejercerá de montador. El serial tiene una gran acogida, lo que da impulso de nuevo a la carrera de Fescourt, quien por otro lado sigue aportando textos sobre teoría cinematográfica. Ese mismo año 1921 viaja a Italia donde rodará “La bambola del Miliardario”.

El imponente Castillo de Iff
 
 
 

       “Rouletabille chez les bohémiens” otro serial de diez episodios, basado en la novela de Gaston Leroux, utilizará con amplitud los paisajes de la Costa Azul, como en Mathias Sandorf empleara los de la Provenza. Un rodaje en exteriores poco habitual en la época y que se convertirá en santo y seña del cine de Fescourt. “Mandrin caudillo de leyenda” será su segunda producción con Nalpas, en ella también se reencontrará con un viejo amigo de los tiempos de Gaumont, el escritor Arthur Bérnede creador del personaje de Judex y autor de novelas de misterio de éxito. Será el último serial de Fescourt, en esta ocasión ocho capítulos.

 

       Tras dirigir dos largometrajes, en 1925 emprenderá  junto a Nalpas y con guion de Bérnede, la película por la que es más recordado “Los miserables”. Empleando más de seis horas divididas en cuatro partes, recreó para muchos críticos la novela de Victor Hugo con gran sensibilidad y pulso narrativo. Fue una epopeya el rodaje, utilizando en multitud de ocasiones las auténticas localizaciones descritas por la novela. Pese a los problemas de financiación, finalmente pudo llevar a cabo esta monumental obra de arte que acaba de ser restaurada.

 
Jean Angelo de Edmond Dantés a Conde de Montecristo
 

       Pasaran otros tres años, con filmes que tienen una buena acogida, pero Fescourt desea volver a realizar otra gran epopeya como su aclamada “Los miserables”. Así que vuelve a reunirse con Nalpas, para realizar este magnífico Monte Cristo. Utilizando estupendos escenarios naturales y suntuosos decorados, supo mover la cámara con gran sencillez no exenta de virtuosismo, como en la magnífica escena de la ópera. Puede que al público español choque la representación de una colonia catalana de la que son naturales Mercedes y Mondegó, más parecida a un tablao flamenco, pero ya sabemos que para los espectadores internacionales, España es Andalucía. No obstante ese momento folklórico está rodado con gracia y riqueza de medios. También contiene momentos de gran  intensidad dramática, como el asesinato del joyero, donde la influencia del cine expresionista alemán es evidente. Pero quizás lo más brillante son esos rápidos flas-back que por momentos vienen a los personajes, unos pocos segundos montados vertiginosamente que nos hacen recordar instantes claves de la historia.

 
 
La excelente ambientación de la película
 
 
 

       La mayoría del reparto se adapta con pasmosa naturalidad a la sustancia de sus personajes. Encabezándolo estaba Jean Angelo, al quien mencionamos al principio de la entrada, quién en un principio iba a protagonizar la versión estrenada en 1918 y que su intervención en la gran guerra cercenó. Angelo que llevaba desde 1908 en el cine, ya había protagonizado para 1910 un Fra Diavolo donde exponía sus virtudes de galán. Pero sería la exitosa cinta de Feyder “La Atlántida” quien le catalpultará a la fama. A partir de entonces su nombre se hará popular en toda Europa, rodando filmes también en Austria y Alemania. Su caracterización de Edmundo Dantés sorprende por la complejidad que imprime al personaje, desde el joven enamorado del principio, al hombre amargado en que se convierte. Todo ello sin aspavientos, contenido pero con una pasión interior que desprende su presencia. El momento del final de la primera parte, en que después de la sorpresiva llegada del bergantín Faraón, queda solo sentado en una roca rumiando su venganza, tras lo que abandona la pantalla, es fantástico.

 
Lil Dagover de Mercedes a Condesa de Morceff
 

       Otro actor que ralla a gran nivel es Gaston Modot, secundario de lujo del cine francés, actuó bajo las órdenes de cineastas tan conocidos como Buñuel, Renoir o Carné. Su Fernand Mondego no es el de un villano unidimensional al uso. Henri Debain que tendrá una larga carrera en el cine, ya había trabajo con Fescourt en dos de sus grandes filmes de la década de los veinte: Les Grands y Un fils d´Amérique, su caracterización del borracho Caderousse es asimismo notable. En cuanto al reparto femenino, al igual que en la novela sus intervenciones son de menor relieve. Interpretando a Mercedes tenemos a Lil Dagover, una auténtica diva del cine alemán que ya había intervenido en el cine francés, con una amplia carrera que se extendió  hasta un año antes de su muerte a los 93 años. Uno de sus primeros papeles protagonistas fue en el famoso filme “El gabinete del Doctor Caligari” apareciendo también en películas de Lang y Murnau. Su composición de Mercedes es mucho menos ñoña de lo habitual, acorde con la madurez de la película. En el papel de la esclava griega Haydée, cumple Tamara Stezenko una bella actriz de la que no se supo más. Marie Glory otra actriz francésa de amplio recorrido, supo encarnar brillantemente a la juvenil hija de Villefort.

Tamara Stezenko
 
 
 
Marie Glory
 
Jean Toullon como Monsieur de Villefort
 
Bernhard Goetzke como el Abate Faría
 
 



       La película fue un gran suceso, pero era el canto del cisne del cine mudo francés. Las películas habladas estaban a la vuelta de la esquina, un sistema al que su director no acabo de acoplarse. Lo mismo sucedió con su protagonista Jean Angelo, que moriría muy poco después en 1933 tras protagonizar una nueva versión de la película que lo convirtió en estrella“La Atlántida”. Fescourt casi le sobreviviría tres décadas, dedicadas al magisterio con alumnos tan brillantes como Alain Resnasis. De él dijo  François Truffaut, que su curiosidad no tenía límites, siempre abierto a la novedad. Como novedad para el público del siglo XXI es este  maravilloso filme que viene a reivindicar a su director como uno de los grandes maestros del cine galo.


 
 
La revista francesa Cine Mirois dedicó su portada a la película
 
 
 
AQUÍ TENÉIS UN EXTRACTO DE LA PELÍCULA CON LA
ESCENA DEL BAILE DE LA ÓPERA
 
 
 
                                              https://www.youtube.com/watch?v=oFFLHqtawn0




 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 


 
 
 
 
 


The case of the curious bride (1935) Perry Mason adelgaza

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       Que Hal Wallis fue uno de los productores más importantes en la historia del Hollywood clásico, nadie lo pone en duda. Cuando Darryl F. Zanuck decide independizarse y fundar la 20 Century, Wallis se convierte en la figura más relevante de la Warner. En aquellos primeros años treinta MGM era el estudio que marcaba tendencias. Por eso  no es de extrañar que Wallis, después de ver el gran éxito que había tenido “La cena de los acusados” basada en la novela de Dasiel Hammett, mezclando las películas de detectives con la comedia más festiva, que trasladara al productor Harry Joe Brown, la conveniencia de rodar de esa manera la segunda película que Warner pensaba lanzar sobre el abogado Perry Mason.

 

       Como sucedió con la mayoría de novelas de ese estilo, pasaban rápidamente del papel a la pantalla cinematográfica. El personaje de este hábil picapleitos, tenía dos años de existencia. Su autor Erle Stanley Gardner, en otros tiempos dedicado a la abogacía, no pareció muy contento con la idea de Wallis, pero tras los escasos resultados de la primera adaptación de sus novelas “El caso del perro aullador”, decidieron dar más chispa a Perry Mason.


       Para la generación de nuestros padres, Perry Mason era Raymond Burr, el corpulento actor que lo interpretó en una exitosa serie televisiva. Con todo, su imagen difería bastante más del personaje novelesco, que la encarnación que del hizo Warren William. Un actor que como muchos otros anteriores al periodo del Technicolor, está prácticamente en el olvido pese a intervenir en películas muy importantes. Después de su paso por Broadway, sería en el cine donde destacara interpretando hombres duros y sin escrúpulos, aunque también acometería personajes más del gusto del público. En 1934 compartió cartel con Claudette Colbert en dos de las tres películas protagonizadas por la exquisita estrella que eran candidatas a los oscar. Una era “Cleopatra” de DeMille, en la piel de Julio Cesar, la otra la primera versión de “Imitación de la vida” dirigida por Jon M. Stahll. La tercera claro está fue la finalmente ganadora “Sucedió una noche” de Frank Capra. Precisamente el director de origen siciliano, le brindó uno de sus mejores papeles, el gangster de buen corazón “Dave the Dude” en “Dama por un día” que posteriormente volvería a realizar Capra casi treinta años después con el título de “Un gangster para un milagro”.

 
 

       Warren William ya había interpretado a un abogado en The mouthpiece (1932) y de detective en “The Dragon murder case” interpretando a Philo Vance, representado hasta entonces por William Powell, quien se  había mudado a MGM, empezando la anteriormente aludida saga de “The thin man”. La siguiente película de William era su primera encarnación de Perry Mason. Ante su poca aceptación, como dijimos al principio Wallis, decide continuar con el mismo protagonista, al que le daremos un toque Nick Charles.

Warren William en el papel de Phillo Vance
 

       La primera decisión importante fue darle el proyecto a Michael Curtiz. Puede que el autoritario director fuera uno de los tiranos mayores que han pisado un plató de cine, pero también uno de los más geniales. El ritmo frenético que impone a la cinta desde el primer momento, son marca de la casa. Bajo su batuta, William consigue una de sus mejores interpretaciones definiendo de una manera nítida al personaje. Los diálogos adicionales obra de Brown Holmes, todavía están influenciados por la época pre-code donde Holmes fue uno de los mejores exponentes (Soy un fugitivo, El halcón maltés en su primera versión y 20.000 años en Sing-Sing). Curtiz utiliza la cámara con gran audacia y hace que todo resulte frenético y divertido.

 
 

       El 28 de enero de 1935 empezaba el rodaje del filme que comienza mostrándonos a Mason convertido en todo un gastrónomo. No sólo elige el marisco en la lonja, también lo cocinará en un lujoso restaurante. Ataviado con la chaquetilla de cocinero, recibe la visita de una antigua amiga, quién le pone en contacto con el caso que ocupará la película. Tras desaparecer, veremos un poco más tarde como Mason y sus amigos son invitados a presenciar la autopsia de un fallecido hace cuatro años, que un testigo afirma haber visto esa misma noche. Cuando van a entrar a la morgue, la cámara se dirige al felpudo que lleva escrito WELCOME, uno de los muchos gags con los que está salpicada la película.

Una autopsia con sorpresa
 
Perry Mason en el puerto eligiendo el mejor marisco
 
 

       Interpretando  a su secretaria Della Street, encontramos la bella Claire Dodd, en la primera película de Perry Mason, el papel fue para Helen Trenholme, quién sólo hizo otro filme aparte de este. En cambio Dodd, supo adaptarse a las mil maravillas, al papel de eficiente secretaria, que acabará en la cuarta película de la serie, casándose con el abogado. Claire Dodd, había empezado trabajando como Chica Ziegfeld, hasta que Zanuck la descubrió llevándola a Hollywood. Una de sus primeras apariciones en pantalla fue en el musical rodado en primitivo Technicolor “Woope”, como una de las Goldwyn Gerl´s. Lástima que su carrera no alcanzara más altos vuelos, pero se cuenta que su carácter independiente, chocaba con el férreo sistema de estudios de la época.

 
 
Claire Dodd como Della Street y en una foto más que sugerente
 

       Mucho más duró en la pantalla Margaret Lindsay, una hermosa morena que al igual que Dodd, fue secundaria habitual en muchos filmes de la Warner. Una carrera que si incluimos el medio televisivo duró más de cuarenta años. Y por supuesto está el fenomenal Allen Jenkins en el papel de Spudsy, amigo, ayuda de cámara, entrenador etc. de Perry Mason. Jenkins que también estuvo muchos años en el negocio del cine, es recordado por los papeles de gangster o policía bobalicón de las películas Warner de los 30. Precisamente en la anterior cinta de la saga, interpretaba a un sargento de la policía.

 
 
 
 
Margaret Lindsay en la película y en unas vacaciones
 

       Y por supuesto, esta es la primera cinta rodada en Hollywood por Errol Flynn. Después de protagonizar una cinta realizada en Inglaterra en los estudios de Warner “Murder at Monte Carlo” hoy perdida, el joven actor se trasladó a los estudios de Hollywood, donde hizo el breve pero decisivo papel de Gregory Moxley, el hombre sobre cuya desaparición se sustenta el argumento de la película. Se dice que en un principio, la actuación de Flynn no llamó la atención del director. Pero lo único cierto es que en pocos meses iba a protagonizar tras la deserción de Robert Donat, su primera película para Warner “El capitán Blood”. El inicio de una relación laboral tan fructícera como tensa, a la que nos referiremos cuando sea oportuno.

Allen Jenkins como el divertido Spudsy
 
Murder at Monte Carlo la primera cinta de Flynn para Warner
 
 
Dos imágenes de Flynn en la cinta
 

       Hoy nos quedamos con este Perry Mason, divertido, ágil y hasta chulesco, protagonizado por Warren William. Aunque la serie de la Warner llegó a seis títulos, los cuatro primeros protagonizados por William son los mejores, y de entre todos ellos esta, la única que dirigió Michael Curtiz.Una película cien por cien disfrutable, con mucho sentido del humor y algún cadáver suelto. Un magnífico divertimento que nos devuelve a esos maravillosos actores de la edad dorada de Hollywood y a uno de sus directores más brillantes.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Con una canción en mi corazón (1952) Susan Hayward en la piel de Jane Froman

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       Aunque al inicio de su carrera había intervenido en el cine, el nombre de Jane Froman está unido indisolublemente a la música. Sus intentos comenzaron con un corto Vitaphone titulado “KIssing time”, rodado en 1933, un divertimento ambientado en Sudamérica , donde intervenía el pianista nicaragüense Don Zelaya. Dos años después también en los estudios Warner contaría con un vehículo de envergadura, “Stars over Broadway”. Dirigida por un artesano de la talla de William Keighley, le acompañaban en el reparto un joven Pat O´Brian y el tenor ligero James Melton. Fue su único papel protagonista en un largometraje. En 1938 fue su última aparición en la pantalla, cantando un par de números con la orquesta de Hal Kemp, en un musical poco afortunado producido por RKO que se tituló “Radio City rebels”.
 
 
       Pese a tener una hermosa presencia y una maravillosa voz de contraalto, Froman tenía un problema insalvable para el cine, su tartamudez. En vano consiguió soslayar este problema, que parece venir desde que su padre abandonara el hogar, cuando sólo contaba con cinco años. Afortunadamente esto no interfería su canto, por lo que siguió siendo una cantante enormemente popular, en una época donde la competencia era atroz con competidoras de la talla de Dinah Shore, Billie Holliday, Joe Staford o Peggy Lee.
 
       El accidente que sufrió, cuando el avión en que viajaba sobrevolaba Portugal, para actuar ante los soldados del frente, determinó su vida. Aunque fue una de las quince personas que sobrevivieron, tuvo graves consecuencias para su salud física y posteriormente mental. Su lucha por recuperarse, llamó la atención de la industria del cine, que veía en su dramática  historia, un excelente argumento.
 
 
 
       Cuando la Twenty Century Fox, se acercó a Jane con el proyecto, ella estuvo desde el primer momento interasada. Su involucración en el fue total, no sólo aporto su voz para las numerosas canciones que jalonan la película, también eligió a la actriz que iba a representarla. El estudio pensaba en Jeanne Crain para el papel. La actriz había estado nominada al oscar tres años antes por Pinky, y tenía un puñado de buenas interpretaciones, pero Jane Froman no se veía reflejada en ella. Su elección no pudo ser más acertada, Susan Hayward.
Jane Froman visitando a Susan Hayward durante el rodaje del filme
 
 
       Si Jeanne Crain había sido nominada por la cinta de Kazan, Hayward atesoraba otras dos. “Una mujer destruida” (1947) y “Mi loco corazón” (1949) eran dos grandes interpretaciones, con este biopic sobre Jane Froman lograría la tercera de ellas. Y es que la garra que distinguía a esta menuda actriz, que marchó a Hollywood en 1937 para ser Escarlata O´Hara, era la apropiada para el personaje. Susan Hayward unía a su belleza y sensualidad innata, una gran capacidad para abordar personajes dramáticos
 
 
Susan Hayward con un jovencísimo Robert Wagner
 
       Mientras en dos de sus últimas películas “El correo del infierno” y “David y Betsabé” había compartido cartel con dos estrellas de primer orden como Tyrone Power y Gregory Peck, en esta ocasión ella llevaba todo el peso de la función, siendo los personajes masculinos de menor relevancia. Para interpretar a sus dos esposos la Fox eligió a David Wayne y Rory Calhoum. Wayne que interpretaba a su manager y primer marido Don Ross, había comenzado en el medio televisivo, hasta que realizó su primer papel de enjundia en la famosa comedia de Tracy & Hepburn “La costilla de Adán”. Pero fueron las tablas de Broadway donde recibió las mayores recompensas ganando dos veces el prestigioso premio Tony, en una producción musical “El valle del arco iris” y en la estupenda comedia “La casa de té de la luna de agosto”, donde interpretaba al pícaro oriental que en el cine recreara Marlon Brando.
 
David Wayne y Rory Calhoum interpretaron a los dos esposos de Jane Froman
       David Wayne está fantástico en su personaje, con muchos más matices que el galán Rory Calhoum que interpreta al segundo de los esposos de Froman, el aviador John Burn. Calhoum había sido descubierto por Sue Carroll, esposa de Allan Ladd y cazatalentos de la Fox. Pese a su apostura, su carrera nunca alcanzó un gran nivel, pese a todo participará después de esta cinta en dos de los títulos más emblemáticos de la Fox en la década de los cincuenta: Como casarse con un millonario y Río sin retorno.
 
 
 
 
El auténtico “Alma mater” de esta película fue Lamar Trotti. Magnífico guionista, en esta última etapa de su breve vida (falleció pocos meses después del rodaje con sólo 51 años) se ocupó también de la producción, siendo esta la penúltima de ellas, además del estupendo diálogo del filme. El eficaz artesano Walter Lang , siguió al dedillo las instrucciones de Trotti.
 
 
 
       Aunque ejercía como supervisor de vestuario de la Fox desde 1943, el diseñador Charles Le Marie, le encantaba ocuparse especialmente de sus estrellas preferidas. El espectacular vestido rojo carmesí que Hayward luce en el número “Get Happy” se cimbrea a su cuerpo de forma sensacional. La actriz hizo una auténtica creación del personaje, poniendo toda su alma en él. Dio clases de baile con Billy Daniel, el coreógrafo de la película, pero donde brilló especialmente fue doblando las canciones de Froman. El departamento de música con  humor la coronó como la Reina de la Sincronización. Muchos años después en una entrevista la propia cantante alababa la perfecta adecuación de Susan Hayward, interpretando sus canciones como si fuera ella misma.
 
       Hayward como muchas otras estrellas de Hollywood tenía sus secretos de belleza. Se dice que se duchaba dos veces al día con aceite de castilla puro, luego un baño tras lo que frotaba su cuerpo con aceite de oliva puro. Además adoraba la seda, en invierno dormía con una chaqueta de pijama de ese tejido, mientras en verano envolvía su cuerpo entre finas sábanas de..seda. Publicidad o no, lo cierto es que a sus 34 años estaba radiante, consiguiendo atraer tanto a la crítica como al público. Por este papel conseguiría su tercera nominación al oscar, aunque otra vez volvía a quedarse con las ganas de lograr la codiciada estatuilla. También fue nominada la estupenda Thelma Ritter, en su ya tercera nominación consecutiva. Aquí interpreta a una resuelta enfermera, que la excelente actriz recrea con su habitual encanto, siendo su intervención uno de los mayores aciertos del filme.
La genial Telma Rhitter
 
 
Froman y Hayward anunciando radios
 
       Nominada al mejor sonido y al mejor vestuario en color, tan sólo lograría el oscar a la mejor banda sonora, para un habitual en recibir esa estatuilla, Alfred Newman. Aunque en este caso se limitó a acompañar los 27 motivos musicales de la cinta, siendo de su autoría solo dos : The right kind y Montparnasse. El resto canciones patrióticas y algunos de los mejores temas del patrimonio musical americano como I'm thru whit love, Blue Moon, Te for two y por supuesto With a song in my heart que daba título a la película. La Capitol, grabó nuevamente las canciones convirtiéndose en el disco más vendido del año, la cinta logró asimismo un gran éxito.
 
 
       Una película que por supuesto no va a sorprender a ningún espectador. Es una biografía al más puro estilo Hollywood, pero realizada con gran sensibilidad, con preciosas canciones interpretadas por una estilista como Jane Froman y la vital encarnación que de ella hace, una de las artistas más genuinas que he visto reflejadas en la gran pantalla, la gran Susan Hayward. A ella, y a uno de los pocos supervivientes del rodaje, el actor Robert Wagner que aquí tiene un breve papel como soldado, y que el pasado 10 de Febrero cumplió 85 años va dedicado este post.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

La mano de la momia (1940) La creación de un icono del cine.

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       Anteponer la cantidad a la calidad, fue la máxima de los estudios Universal desde sus inicios. Todo lo cambió la llegada de Erich Von Stroheim, con sus megalómanos proyectos y un jovencísimo pariente del jefe Carl Laemme, llamado Irving Thalberg, que convenció a su tío para embarcarse en producciones de prestigio, aunque sin caer en el descontrol financiero del genial director.
 
 
 
Foto publicitaria del filme
 
       Un prestigio que se elevó gracias a Carl Laemme jr., vástago del patrón en una sucesión de éxitos (Sin novedad en el frente, Drácula, Frankenstein, Imitación de la vida etc.) que se cerró abruptamente en 1936, cuando el excesivo costo de la primera versión sonora de Show Boat (1936) acabó con Laemme su flamante jefe de producción y su director estrella James Whale, fuera del estudio.

       Los nuevos propietarios de Universal, se centraron en las películas de género y potenciaron las producciones de serie B. Querían huir lo más posible de los riegos y se embarcaron en películas en serie que en la mayoría de los casos gozaron del favor del público. Una de las más prolongadas en el tiempo fue la saga sobre Sherlock Holmes, protagonizada por Basil Rathbone y Nigel Bruce. Pero sobre todo utilizaron a los monstruos que tanta fama habían dado a Universal, en producciones menores que explotaban un personaje cuyos derechos ya poseía el estudio.
 
Los ojos de la momia de Ernst Lubitsch
 
 
       En el caso de “La momia”, se trataba de un personaje que producía fascinación en el público desde que un siglo antes empezaran las excavaciones de antiguas tumbas egipcias. El escritor francés Théophile Gautier, fue uno de los primeros en adentrarse en este fantástico mundo con su  obra “La novela de la Momia” quien resulta ser la bella Tahoser, hija de un gran sacerdote. Publicada en 1856, fue seguida por multitud de relatos, algunos de ellos realizados por escritores tan populares como Louisa May Alcott, la célebre autora de Mujercitas, o Sir Arthur Conan Doyle. Claro está que el cine seguiría explotando este fenómeno, una criatura llegada del pasado que vence a la muerte, llamaba la atención de las audiencias. En 1909 con “La momie du roi” se realiza la primera película seria sobre el tema. Una cinta de tan sólo diez minutos en que la momia del rey Ramses vuelve a la vida. Lo cierto es que aunque en el periodo silente, existen muchos filmes que de una manera u otra abordaban el tema, ninguno de ellos puede destacarse. Pese a su título “Los ojos de la momia” una de las primeras producciones de importancia rodada por Ernst Lubitsch en 1918, tan sólo era un drama con un típico triángulo sentimental. Trataba sobre unos embaucadores que fingían en un espectáculo que una momia cobraba vida, la chica tercera en discordia, proporcionaba esos ojos a la momia.
Howard Carter con el sarcófago de Tutankamón
 
Dick Foran como un arqueólogo Made in Hollywood
 
 
       En 1922 se descubre la famosa tumba del faraón Tutankamón por el arqueólogo Howard Carter. La supuesta maldición que acarreó su descubrimiento, por haber violado su sepulcro, se alimentó gracias a que varios de los componentes de la expedición fallecieron poco después en extrañas circunstancias, o al menos eso fue lo que vendió la prensa del momento, no solo diarios sensacionalistas, el Times de Londres y su homólogo de Nueva York también propagaron esas historias.
 
 
       Esa terrorífica leyenda, fue utilizada como la base del argumento del filme más famoso rodado sobre la momia. Nos referimos claro está a la cinta dirigida por Karl Freund y protagonizada por el mayor icono del cine de terror Boris Karloff. Una historia que mezclaba fatalismo, amor a través de los siglos y terror sutilmente demostrado. La caracterización que el gran maquillador Jack Pierce hizo era realmente estremecedora, pero tan sólo ocupa unos pocos segundos de la película, ya que la momia recupera su estado vital y se convierte en un ser humano.
El gran Jack Pierce preparando a Tom Tyler como Kharis
 
 
       Cuando Universal decide retomar la historia de la momia en 1940, como dijimos en la introducción, se planteó como una película de bajo presupuesto y con diferencias evidentes con su predecesora. A decir verdad la cinta de Karloff, aunque hoy está considerada como una obra maestra, en su tiempo tuvo una acogida tibia tanto de crítica como de público, así que los creadores del estudio decidieron transformar gran parte de la historia.
 
 
 
       De entrada  introducirían variadas situaciones cómicas. Un estilo de humor muy similar al de una pareja de cómicos que ese mismo año ficharía por Universal, Abbott y Costello quienes acabarían por desfigurar los iconos del terror, pero esa es otra historia. Aunque la película se desarrolla en un evidente tono de comedia, continúa siendo una cinta de aventuras, con su punto de suspense, cuando aparece al final del filme…la momia.
 
 
       Por mucho que adoremos la cinta protagonizada por Karloff, la imagen que ha quedado de la momia en el cine, pertenece a esta saga de filmes. Una momia de aspecto menos amenazador, pero que anda vacilante tras los protagonistas del filme. Mientras en la cinta de 1932, la momia luego se transmutaba en el gran sacerdote que había sido en un pasado, en esta nueva versión son dos personajes completamente diferentes. Por un lado tenemos al sacerdote que hace revivir a la momia y luego a la propia momia en sí, que no es más que una marioneta movida por los malvados hilos del sumo sacerdote egipcio. De nuevo Jack Pierce se ocupó de caracterizar a la momia, con el hándicap que ahora tenía que tener mover su cuerpo envuelto en vendas. En el referido filme de Karloff, sólo se veía su imagen en el sarcófago y el movimiento de sus brazos, más una mano. Aquí debía recrear un monstruo de torpes movimiento, claramente influenciado por la más famosa creación de Pierce, el monstruo de Frankenstein. De hecho Karloff aparece en el flas-back del inicio cuando se cuenta la historia de la maldición del príncipe Karhis, para lo que se utilizó las filmadas en la película de 1932, del antiguo Egipto, donde se narraba la historia del sacerdote Inhotep, exceptuando los primeros planos donde Karloff era reemplazado por su sucesor.
 
 
Divertida foto de Tyler con Peggy Moran
 
       Para encarnarlo se eligió a un actor menor llamado Tom Tyler que en su juventud  había sido un notable atleta. Habitual de filmes menores, hizo un pequeño papel en La diligencia de Ford. El auténtico malvado de la película era el sumo sacerdote, interpretado por Eduardo Ciannelli un actor napolitano con una biografía cuanto menos curiosa, después de graduarse en medicina, empezó su carrera como barítono en la ópera, luego prosiguió como actor de carácter, primero en las tablas y luego en el cine. Se especializó en papeles de mafioso o de villano exótico como el pérfido caudillo Sij de Gunga Dinn, o como científico malvado en “El misterioso Dr. Satán”, un serial de 15 episodios producido por la Republic. Con ese título poco hay que añadir, parecía predestinado para tan maléfico personaje.
Al gran Eduardo Ciannelli siempre le tocaba hacer de malo
 
       La parte cómica corría por cuenta de dos célebres actores de reparto. Wallace Ford, actor británico, quien participó en más de 200 películas, siendo uno de los habituales de las cintas de John Ford, aquí encarna a Babe Jenson compañero de fatigas del chico protagonista. El otro era Cecil Kellaway, oriundo de Australia en cuya industria cinematográfica trabajó con asiduidad  hasta 1939, en que William Wyller le requirió para Cumbres borrascosas. Aquí encarna uno de sus papeles más cómicos como el famoso mago “El gran Solvani” padre de la chica.
Cecil Kellaway con su hija en la ficción Peggy Moran
 
Wallace Ford en la película
 

El padre de la protagonista Earl Moran, famoso ilustrador, pintó
 cuando todavía era Norma Jane a la famosa Marilyn Monroe
 
 
       Hemos dejado para el final a la pareja de protagonistas, compuesta por Dick Foran y Peggy Moran. El primero como el osado arqueólogo Steve Banning, era el prototipo de joven americano. Atleta y cantante, comenzó como vocalista en bandas menores hasta que decidió buscar suerte en Hollywood. Allí además de papeles menores, en películas de relieve como la serie de Cuatro hijas de la Warner, obtuvo papeles protagonistas como vaquero cantante, en western de serie B. En ese contexto haría amistad con el vaquero cinematográfico por excelencia, John Wayne. La valiente Marta Solvani fue interpretada por Peggy Moran, hija de un famoso ilustrador de la época Earl Moran, consiguió escaldar peldaños en los estudios Universal, gracias a su esposo, el realizador Henry Koster, quién le dio su primer papel importante en el vehículo para Deanna Durbin “El primer amor”. Anteriormente había aparecido como una coqueta cigarrera en Ninochtka de Ernest Lubitsch. Como anécdota referir que cuando se proyectó esta cinta en su localidad natal Clinton, se anunció el filme así “Peggy Moran en Ninochtka, con Greta Garbo”. Pese a los esfuerzos de su esposo, su carrera nunca alcanzó como muchas otras la senda del estrellato. Además de su papel en “La mano de la momia”, su otra película más recordada es “Noche en el trópico” pensada para el lucimiento de Allan Jones, supuso el debut de los cómicos más famosos del estudio Abbott y Costello. Dick Foran y Peggy Moran volvieron a coincidir al año siguiente en otra cinta de terror y aventuras que hoy a quedado casi olvidada “Horror Island”.
 
Dick Foran en su época de cantante
 
Uno de los numerosos western que Foran protagonizó
 
La bella Peggy Moran
 
 
 
Junto a Abbott y Costello
 
 
       Después del éxito de “La mano de la momia”, el estudio filmó en los siguientes tres años, tres películas más, aunque del reparto original sólo sobrevivió en la segunda de ellas “La tumba de la momia” Dick Foran y Wallace Ford, ocupándose a partir de entonces del papel de la momia Karhis, Lon Chaney jr. quién repetiría en las dos restantes. Poco a poco, las películas fueron perdiendo el brillo de esta primera, que aunque de presupuesto exiguo, estaba por encima de los estándares habituales de la serie B. Mucha culpa del éxito la tuvo uno de los artesanos más prolíficos de la historia del cine Christy Cabanne. Llevaba en el cine desde los tiempos en que la actividad cinematográfica se desarrollaba en la costa este. Allí conoció al mítico "DW" Griffith, del que aprendió la profesión. Especializado en filmes menores, Cabanne todavía tenía cierto prestigio en Hollywood cuando firma a finales de los años treinta por Universal, realizando sus últimos trabajos de relieve, siendo este quizás el más recordado. Una película sin duda menor, divertida y de gran influencia. Sin ella el personaje de la momia en el cine no sería el mismo.
 
 
 


Ingratitud (1938) Clarence Brown ese gran director

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       Con harta frecuencia, los críticos cinematográficos, especialmente los europeos, tienden a desdeñar la producción del estudio más legendario de Hollywood, Metro Goldwyn Mayer. Si exceptuamos el campo de los musicales, donde la calidad de los producidos por MGM, hacen palidecer a los de sus competidores, por lo general en el resto de géneros, los elogios que reciben son siempre parcos, como si fuera casi pecado, el elogiar las películas del León.
Leo comienza a rugir en 1928, primera sesión con sonido
 
Irving Thalberg asiste al rodaje de La Boheme con King Vidor a la batuta y Lillian Gish como Mimí
 
       Gran parte de esa crítica proviene del sistema implantado por Irving Thalberg, donde el productor tenía la última palabra sobre la película. A los directores que trabajaban en aquellos tiempos para el estudio, se les colgó el apelativo de artesanos, negándoles el pan y la sal. La mayoría de esos directores eran eficaces realizadores que lo mismo valían para un roto que para un descosido, manteniendo siempre alto el listón de calidad. Pero luego había otros, al que se les ha discutido el apelativo de autores, que tienen un estilo defino, tanto en los temas que abordan como en la manera en que los resuelven.
Clarence Brown con Greta Garbo en el rodaje de Anna Cristie
 
Uno de esos autores, es Clarence Brown. Conocido ante todo por ser el director preferido de Greta Garbo, la obra de Brown contiene muchos más registros, siendo el creador de un cine familiar, que intenta transmitir los mejores valores. Unas historias que con frecuencia se desarrollan en pequeñas localidades de su nación, rememorando un pasado en aquel tiempo todavía cercano. Aunque ambientado en Inglaterra, “Fuego de juventud” uno de sus títulos más memorables, mantiene todas esas coordenadas del cine familiar del director.
 
 
       Puede que con “Ingratitud”, Clarence Brown halle por primera vez esa fórmula en su aspecto definitivo. Ya había mantenido una mirada nostálgica a la vieja América, en su adaptación de la comedia de Eugene O´Neill titulada “Ayer como hoy” con dos grandes iconos del estudio como eran Lionel Barrymore y Wallace Beery.  En su siguiente aproximación a la historia de su país “La espléndida descarada” donde se narraba la historia entre Peggy O´Neil y el presidente Andrew Jackson (Joan Crawford y Lionel Barrymore) figuraba un joven nuevo en el estudio llamado James Stewart.
 
       Stewart ya había aparecido en la anterior película de Brown, la excelente comedia “Entre esposa y secretaria” con un triángulo amoroso de lujo: Mirna Loy, Jean Harlow y Clark Gable”. Poco a poco iba escalando peldaños en el estudio, pese a los recelos que causaba su negativa a casarse. Aunque no se lo dijeran abiertamente, más de un ejecutivo pensaba que Stewart era homosexual y que esa era la causa por la que no quería cambiar de estado civil. Pero nada más lejano de la realidad, lo cierto es que Stewart y su amigo Henry Fonda eran dos de los mayores mujeriegos de Hollywood.
       Lo cierto es que “Ingratitud” fue un punto de inflexión en la carrera tanto de Brown como de Stewart. El argumento estaba basado en un relato publicado en 1917 "Benefits Forgot: A Story of Lincoln and Mother Love". Su autora Honore Morrow, escribió mucho sobre la historia de su país, dedicando al venerado presidente varias obras. Ésta en especial, llamó la atención de Brown, quien se hizo con los derechos y estuvo durante bastante tiempo presionando a MGM para poder realizarla. Pero desde que “El nacimiento de una nación” causara furor en los albores del cine, todos los demás intentos de contar historias de la guerra civil, habían sido fracasos de taquilla. Sólo la seguridad de un profesional como Brown, consiguió finalmente que se le diera el visto bueno.
 
 
 
       Como productor figuraba John W. Considine Jr., quien ya había trabajado con Brown muchos años atrás en “El águila negra” considerado como la mejor  película de Valentino. La producción del filme sería de envergadura, para recrear “Un pueblo de pioneros a las orillas del río Ohio” según dice textualmente el filme en su introducción, se construyeron en el Lago Arrowhead (California), unas cincuenta casas, más la iglesia, el embarcadero y un barco de vapor, todo bajo la supervisión del director artístico Cedric Gibbons. Para las escenas de guerra, que apenas ocupan instantes en el montaje final, se gastaron unos 50.000 dólares de la época y se utilizaron 2.000 extras, lo que refleja la importancia del proyecto.
 
 
       La película se centra en una familia formada por un pastor protestante, su abnegada esposa y el hijo de ambos. Para interpretar al recto, en ocasiones duro, pero padre de buen corazón, se contó con los servicios de Walter Huston. Ingeniero de profesión, acabó afortunadamente dedicándose al mundo del espectáculo. La única vez que intentó ejercer su profesión reglada, a punto estuvo de organizar una catástrofe. Por el contrario, su vinculación al mundo de la farándula, acabó convirtiéndole en uno de los actores de carácter más prestigiosos. Empezando desde abajo, en los modestos carromatos del vaudeville, Huston llegó a ser primera figura en Broadway. Tras del advenimiento del sonoro, como muchos otros colegas, dio el salto al cine, donde precisamente uno de sus primeros papeles fue interpretar a Lincoln, en la cinta biográfica dirigida por  Griffith. Aunque la cinta fue un fracaso, eso no impidió que la carrera de Huston siguiera en ascenso. Fue un policía implacable en “La bestia de la ciudad”, líder de una banda de criminales en “Congo” remake sonoro de “Los pantanos de Zanzibar” donde heredaba el papel de Lon Chaney. Trabajó con directores de la categoría de Frank Capra en “La locura del dólar” o William Wyller en “Desengaño”, mientras viajó a Gran Bretaña para rodar la biografía del minero sudafricano John Rodes. Aquí está perfecto dando una imagen bastante verosímil, de lo que debía de ser un clérigo en estas tierras fronterizas. Un hombre compasivo, pero también capaz de sacar a puñetazos a unos alborotadores de la iglesia
 
 
 
 
       Brown insistió mucho en que el papel de su hijo lo interpretara James Stewart. Ya hemos mencionado al principio, que no era la primera vez que Brown dirigía a Stewart, pero esta vez encarnaba el papel más complicado de su incipiente carrera cinematográfica. Un joven egoísta, cuyo pretendido altruismo, al querer ser médico, no evita que su madre tenga que padecer a causa de su ingratitud. Stewart que venía de una película de aventuras en homenaje a los marines “Cadetes del mar” junto a Robert Young y Lionel Barrymore, daba un gran salto cualitativo con su más que estimable encarnación del joven Jason. Realmente Stewart no aparece en pantalla hasta pasados cuarenta minutos, pues la historia comienza con la infancia de Jason al que encarna, por cierto muy bien Gene Reynolds. El joven actor llevaba ya cuatro años en el cine, interviniendo como extra en una película de Laurel y Hardy “Había una vez dos héroes” y otra de Shirley Temple “Heidi”. También aparecía el año anterior en uno de los filmes familiares mejores del estudio “Capitanes intrépidos”. Desafortunadamente, nunca tuvo demasiadas oportunidades para demostrar su talento como actor. Aquí está desenvuelto y nada envarado. Después de intervenir siendo todavía niño en títulos tan famosos como “Forja de hombres”, su carrera como adulto fue encasillándole como actor en un nuevo medio, la televisión. Precisamente en la pequeña pantalla fue donde Reynolds alcanzaría justa fama como productor de series tan memorables como M.A.S.H y Lou Grant.
 
James Stewart con su caballo Peregrino
 
 
       Para James Stewart, “Ingratitud” fue también la primera cinta en la que se le emparejaba con su “madre cinematográfica” por excelencia, Beulah Bondi. Esta fue la primera de las cuatro ocasiones en que tuvo a James Stewart como hijo. Las otras tres son: Ardid femenino (1938), Caballero sin espada (1939) y Que bello es vivir (1946). Pero su papel de más relieve es precisamente en “Ingratitud”, como esa abnegada madre, siempre en medio de las disputas de padre e hijo y por la que será nominada al oscar.
 
Beulah Bondi la madre por excelencia de James Stewart
 
 
       Es una pena que la bella Ann Rutherford, no tuviera más tiempo en pantalla como la vecina de Jason, Annie. Canadiense como Huston, Ann Rutherford pasará a la historia del cine por dos cosas, la primera por interpretar a la hermana menor de Escarlata en la película más famosa de todos los tiempos, “Lo que el viento se llevó”. La otra fue encarnar a Polly, la eterna novia de Andy Hardy que interpretó en varias películas junto a Mickey Rooney. Como curiosidad anotar que fue la protagonista de la segunda película rodada por Glenn Miller, “Viudas del jazz” con George Montgomery.
 
Ann Rutherford reina de las fotos en bañador
 
 
 
       Pero como en todas las grandes películas, la labor de los secundarios es de gran importancia. Empezaremos de menor a mayor grado con John Carradine, quien resuelve bastante bien la papeleta de hacer de Lincoln, quien en la historia tiene un papel crucial. Fantástico está Guy Kibbee, como el tendero Ames, en uno más de sus estupendas creaciones en filmes tan conocidos como “El pequeño Lord”, “Dama por  un día” y “Caballero sin espada”. Pero para mí, la mejor interpretación del filme, corre a cargo de Charles Coburn como el médico alcohólico del poblado. Coburn roba las escenas a Huston, Stewart y Blondi, algo habitual en él. Realmente “Ingratitud” fue su auténtica incorporación al mundo de Hollywood. Tras fallecer su esposa, con la que había estado largos años trabajando en el teatro, Coburn había llegado a MGM para intentar hacerse con el papel de juez Harvey, aunque no lo consiguió. En su único largometraje rodado dos años antes “La venganza del presidiario” también ejercía de juez. Pese a su fracaso, llamó la atención del director Clarence Brown quien le dio la oportunidad de dejarnos su primera gran creación para el cine. Comedias tan célebres como “El diablo dijo no”, Los caballeros las prefieren rubias”,  o “Las tres noches de Eva” no serían las mismas, sin este anciano caballero de Georgia.
 
 
 
       Son muchos los atractivos de esta bonita película que trata como reza el título original, sobre “los corazones humanos”. La película se rodó bajo el título del relato original, pero el estudio organizó un concurso radiofónico para darle su nombre definitivo. Un joven de 17 años llamado Roy Harris fue el ganador, por lo que la premiere del filme fue en su ciudad Greenville el 5 de Febrero de 1938. La cinta gozó de muy buenas críticas, aunque no recibió el respaldo del público que hubiera merecido, ya que es una gran, gran película que merece ser conocida y que hoy sigue manteniendo intactas sus grandes cualidades. Cuando vemos al joven James Stewart, volver emocionado a su casa con su viejo caballo Peregrino, algo palpita en el interior de nuestra alma.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Una noche en El Cairo (1933) El suave ocaso de Ramón Novarro.

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       Pocas personas habrán tenido una actividad tan polifacética en el mundo del espectáculo como Edgar Selwyn. Actor de teatro y de cine, dramaturgo, guionista, productor teatral y cinematográfico, director de cine, en sus 68 años de vida estuvo vinculado a personalidades de gran influencia en el mundo artístico norteamericano.
Edgar Selwin en la primera versión de El árabe rodada por DeMille
 
       En 1915 protagoniza la adaptación cinematográfica de una obra que cuatro años antes había sido un gran éxito de público. “El árabe”, fue rodada por un director que ya llamaba la atención en el gremio “Cecil B. de Mille”. Su argumento donde el hijo del Caid de una tribu beduina, salva a la hija de un pastor  de las malvadas intenciones de un gobernador turco, que quiere asesinar a unos niños cristianos, sirvió de base para una nueva adaptación dirigida por Rex Ingram.
Ramón Novarro y Alice Terry en la versión de 1924
 
       La producción fue una de realizada por una nueva compañía, fruto de la fusión de Metro Pictures, Louis B. Mayer Productions y Goldwyn Pictures. Precisamente Selwyn fue uno de los fundadores junto a Samuel Goldwyn de la última de ellas. La nueva productora MGM heredó de esta la imagen de un león envuelto en celuloide con un lema Ars Gratia Artis. Mientras tanto la Jessi Lasky Productions, encargada del primer proyecto en 1915, acabó integrándose en la todopoderosa Paramount, quién puso otra vez de moda las cintas de árabes con “El Caid”, todo un fenómeno de masas, aupando definitivamente a Rudolph Valentino como máxima estrella.
El equipo de rodaje en África
 
 
       Como si se tratara de cuadros convergentes, decir que Valentino había logrado llegar a ese status, gracias precisamente a  Rex Ingram, con su emblemático filme “Los cuatro jinetes del apocalipsis”. Su protegido actual, Ramón Novarro, sería el protagonista de esta nueva versión, rodada en escenarios naturales del norte de África.
 
       Después de filmar su última película con Ingram, Novarro rodó el personaje por el que ha pasado a la historia del cine: Judá Ben-Hur. Cuando en 1933, el actor mexicano decide ponerse nuevamente en la piel del beduino Jamil, Hollywood ha cambiado y el también. La irrupción del sonoro se ha llevado a muchas de las grandes estrellas del estudio. Sólo Garbo y Norma Shearer, mantienen su estatus como grandes figuras del estudio, en el polo opuesto está John Gilbert, que de ser la estrella principal de la Metro, ha pasado a estar defenestrado pese a que ese mismo año Greta Garbo le reclamará para acompañarle en su última gran película “La Reina Cristina de Suecia”.
Cartel belga de Devil May Care el primer filme sonoro de Novarro
 
       Ramón Novarro está nadando entre esas dos corrientes, ya no es junto a Gilbert el actor masculino más popular de MGM, pero todavía sus películas gozan del aprecio del público. Contrariamente a lo que se dice, la irrupción del cine sonoro, no constituyó de entrada un problema para el actor. Dotado de una hermosa voz de tenor, sus primeras películas musicales gozaron del favor del público. Pero esta cascada de títulos, por parte de todos los estudios, hizo que los espectadores acabaran cansados de esas operetas. Incluso las filmadas por la Paramount con Chevalier y McDonald bajo la dirección de Lubitsch, que en un principio habían causado furor, fueron perdiendo fuelle y sus últimos filmes juntos, perdieron dinero en taquilla.
 
 
 
No hay que olvidar que la llegada del sonoro, no sólo  había modificado la manera de hacer películas, también su costo aumentó de forma significativa. La barrera idiomática que en un principio motivó el que se rodaran versiones en otros idiomas, contribuyó todavía más al incremento de estas. Ramón Novarro rodó con “Sevilla de mis amores” tres versiones. La original en inglés, más otras dos en español y francés. Y es que otra de las cosas que no se suelen contar, es la enorme popularidad que tenía Novarro en Europa. Al igual que Garbo, los ingresos de taquilla provenían en gran parte del viejo continente, una estrella más popular que Novarro en Estados Unidos como Gilbert, tan sólo solía recaudar el veinticinco por ciento de sus ganancias en Europa, durante sus años de bonanza en el periodo silente.
 
La paeja Loy-Novarro funcionó a la perfección
 
 
       Hablábamos de la caída de las películas musicales, al inicio de la década de los treinta, esto hizo que el actor mexicano buscara nuevas formas de atraer al público. La más arriesgada fue convencer al estudio, a que le diera el papel protagonista de “Mata Hari” junto a Greta Garbo. No le importo renunciar a que su nombre no fuera desde que era una estrella en primer lugar, y lo que era más importante para MGM, reducir significativamente su salario. Aunque Thalberg ya tenía apalabrado, a una joven promesa Robert Montgomery, finalmente Novarro se hizo con el papel. El gran éxito que tuvo la película y las excelentes críticas recibidas, le volvieron a poner en un lugar preponderante en el estudio.
 
Por primera vez en 1932 dos películas de Novarro fracasaron en taquilla
 
       Pero sus dos películas posteriores fracasaron, en parte por ser inadecuadas para su imagen cinematográfica. Ni el papel de obrero italoamericano en Huddle, ni mucho menos el de chino en Canción de oriente, lograron encandilar al público, pese a que la segunda era una producción de nivel, dirigida por Clarence Brown y protagonizada por la entonces prestigiosa actriz Hellen Hayes.
 
       Es al menos curioso, que estos dos papeles poco apropiados, coincida con el rechazo del actor a una disminución de su salario pedida por Louis B. Mayer. De otro lado, la preocupación cada vez mayor de Novarro por su carrera musical, puede ser la causa por la que no luchara por papeles más atractivos. Así se hallaba la estrella en caída moderada, cuando volvía a adentrarse en las arenas del desierto.
 
 
       Pese a que tomara la obra de Selwyn como referencia, la nueva película cuyo título  provisional era “Man of the Nyle” tenía muchas diferencias con “El árabe”. La principal es que está mucho más cerca de la comedia que del drama filmado con anterioridad. El guion como era norma habitual en MGM tuvo numerosos autores, entre los que destacaría a Leonore Coffee y Anita Loos dos de las mejores guionistas de la historia del cine, además de la célebre novelista Vicki Baum. Esta cuota femenina en la historia, puede muy bien explicar el contradictorio pero progresista personaje de la protagonista Diana, una turista británica acostumbrada a vivir de fiesta en fiesta, prometida con un aburrido ingeniero, ocupado por construir un puente en Egipto. Y claro está el personaje de Jamil, un guía embaucador y tramposo, que hará todo lo posible por enamorarla. Luego en el desierto vendrá la parte bizarra de la función, donde el beduino se transforma en príncipe y da y recibe latigazos, para terminar la función en la alocada comedia en que había comenzado. No doy más detalles para no destripar el argumento, que aunque desquiciante es sumamente divertido.
 
 
       Pese a que su anterior experiencia con Sam Wood, había sido un fracaso (la anteriormente aludida Huddle) esta vez, con un personaje mucho más apropiado, Novarro hizo una estupenda actuación, dando rienda suelta a esa vis cómica, generalmente desaprovechada por el estudio. A su lado tenemos a una de las actrices más queridas en nuestro blog, Mirna Loy, en ese periodo anterior a “El enemigo público número uno” que le aupará al estrellato. La actriz está muy bella y proporciona dos de los momentos más célebres del cine pre-code. En una escena, cuando está con una combinación muy corta, mientras es observada descaradamente por Jamil. La otra, con diferencia la imagen más famosa del filme, es el baño con pétalos de rosas que convenientemente cubren partes de su cuerpo. Años después la actriz afirmó que utilizó un traje de baño color carne para dar la sensación de desnudez que es obvia, gracias a la estupenda fotografía de Harold Rosson, quién venía de firmar dos de las películas más taquilleras de MGM: Tarzán de los monos y Tierra de pasión.
 
 
La famosa escena del baño
 
 
 
 
       Por supuesto, como en la mayoría de los filmes de la época, no se fueron a África a rodar exteriores. Todo lo más a Yuma, Arizona, pero la mayor parte del rodaje se efectuó en los estudios de Culver City, con un desierto de arena sin apenas grosor. Con todo el rodaje estuvo amenizado por un temblor de tierra de 6,4 grados de magnitud y una camello llamada Rosie bastante indisciplinada. Pese a todo se llevó a buen término la filmación, con un elenco que incluía además a Reginald Demmy como el apocado novio de la protagonista, a C. Aubrey Smith a su aristocrático tío Cecil y un irreconocible Edward Arnold como un lascivo pacha egipcio.
 
Una escena de voyeurismo
 
       Mención especial para Louise Closser Hale, quién interpreta a la típica señora de edad que acompaña a Diana, dando una de las mejores actuaciones de la cinta. Louise Closser que era una de las mejores actrices de teatro del momento, en sus últimos años de vida participó en numerosísimas películas, alternando con estrellas tan famosas como Jean Harlow y Harold Lloyd. Tanto Closser como Mirna Loy en las escenas a caballo fueron dobladas por Audrey De Scott, que acababa de doblar a Greta Garbo en “La Reina Cristina de Suecia” y Marlene Dietrich en “Capricho imperial”.Fallecería poco después de rodar “Una noche en El Cairo”, apareciendo brevemente en su última película, nada menos que “Sopa de ganso”.
 
 
 
       La película se estrenó el 12 de mayo de 1933, con Novarro de gira por Europa, actuando además de Londres y París, en España, Suiza y Bélgica. Entretanto el estudio favoreció el rumor de un romance entre Loy y Novarro, que potenciara la taquilla del filme. Una circunstancia que enfado y mucho al actor, en una entrevista concedida muchos años después en 1965, todavía guardaba un amargo recuerdo de ese episodio. Celoso de su intimidad, él no había hecho como muchos otros homosexuales notorios, que se casaban para dar una imagen de masculinidad. No era la primera vez que se contaban chismes parecidos, siendo quizás el más sonado el de Greta Garbo, pero esta vez le molestó particularmente, quizás por la gran amistad que el actor trabó con Mirna Loy, en ese momento novia del prometedor productor Arthur Hornblow Jr., con el que se casaría tres años después.
 
 
Mirna Loy de novia árabe y occidental
 
       Aunque contaba con la publicidad del romance de sus protagonistas, la cinta tuvo que enfrentarse con la censura cada vez más latente. En varios estados se suprimieron las escenas más picantes, causa seguramente de que la recaudación en USA fuera bastante pobre, afortunadamente el tirón en Europa de Novarro, supuso que la película obtuviera más de 100.000 dólares de la época de beneficios, una cifra más bien pequeña pero que coincidió con un bajón en la asistencia de espectadores, sin duda debido a que la depresión estaba en su fase más álgida.
 
 
       Esta ha sido la radiografía de un actor que se aferraba a seguir manteniendo su status estelar. Hoy más de ochenta años después “Una noche en El Cairo” sigue siendo una agradable película, con un punto de locura pre-code que contiene una hermosa balada “Love song of the Nile” compuesta por los habituales compositores de canciones en MGM, Nacio Her Brown y Arthur Freed, que Ramón Novarro entona a lo largo del filme. Un nuevo homenaje que brindamos en este blog, al probablemente más popular actor latino de todos los tiempos…y que no será el último.
 
 
Curiosidades: Al inicio de la película, como turista norteamericana vemos a Hedda Hooper, reina del periodismo de cotilleos en Hollywood cuando todavía se dedicaba a actuar.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

La Habanera (1937) Cuando Tenerife fue Puerto Rico.

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En pocas ocasiones, desde que escribo este blog, me he encontrado tan asaltado por las dudas razonables de muchos de los datos que hallo, o que intento hallar. Uno de ellos ha sido el del estreno de esta cinta en nuestro país. Por más que he indagado la única referencia que he hallado se circunscribe a una proyección de la cinta en 1941, en la localidad tinerfeña de Icod de los vinos, uno de los municipios donde se habría rodado este filme.
 
El comienzo totalmente kistch rodado en El Puerto de la Cruz
 
 
       De la anterior película rodada por Sirk y su musa Zarah Leander, “La golondrina cautiva” rodada ese mismo año, sí que encontré abundante documentación tanto del estreno en Sevilla en octubre de 1938, como unos pocos meses después en Madrid, una vez finalizada la contienda civil. Y es que el peso que las producciones de la UFA, por entonces ya nacionalizada y controlada por el gobierno nazi, en la España de la inmediata postguerra era más que considerable. Sus películas se acompañaban de sus noticiarios doblados al castellano, que ocupaban el espacio que luego tendría el NO-DO.
La Golondrina cautiva
 
 
       La popularidad de la diva sueca en todos los países de la órbita del eje era muy grande, los diarios de la época están llenos de elogios para la actriz que además era cantante. No obstante su relación con el régimen nazi fue más pecuniaria que ideológica. En su Suecia natal, estrenó un tema que criticaba la política nazi contra los judíos, nunca asistió a ninguna función patriótica organizada por el partido, e incluso hay rumores (algo que nos persigue en este post) que la señalan como posible espía soviética. Aunque es cierto que fue una de las máximas artistas del cine alemán de la época y que nunca consiguió disociarse del todo del estigma que ello conllevaba.
Zarah Leander firmando autógrafos a unos soldados alemanes en París
 
 
       La fuga, por su filiación política, su procedencia étnica, o ambas cosas, de muchos de los mejores directores que había en Alemania, propició el que nuevos talentos pudieran tener su oportunidad. Desgraciadamente, al contrario de la Francia ocupada, donde surgieron directores que luego serían capitales en el cine francés, no sucedió lo mismo en el país germano, lo que conllevó una decadencia de este, que sólo a mediados de la década de los cincuenta, empezó a recuperar parte del esplendor perdido.
Douglas Sirk y Zarah Leander durante el rodaje de La Habanera
 
       Uno de estas nuevas promesas se llamaba  Detlef Sierck, nacido con el siglo en Hamburgo, atesoraba una gran experiencia como director teatral, de ascendencia danesa. Cuando rueda “La Habanera” llevaba ya dos años como director de cine en la prestigiosa UFA. Su primer filme “No empieces nada en abril” es una comedia elegante, donde la influencia de Lubitsch es más que notable. Pese a tratarse de un melodrama, también “La Habanera” tiene una divertida escena cómica, cuando el célebre médico sueco es asaltado por un pesado invitado, en una recepción, se lo pasa a su colega portorriqueño, diciendo que es un especialista en el mal que lo aqueja. Una escena que combina diálogo y mímica muy bien resuelta por cierto.
Boris Alekin pone la vis cómica del filme
 
       La pericia del luego famoso Douglas Sirk, se observa ya en estas tempranas obras alemanas. El inicio del filme, donde una bailarina española baila al compás de una guitarra y canta con una potente voz de tenor, es digno de los musicales que Hollywood realizaría la década siguiente, con Ricardo Montalbán y Esther Williams, sólo le falta el Technicolor. La bailarina que aparece en los créditos como Rosita Alcaraz, debió tener bastante nombre en la Europa central de entreguerras. Luego es seguido de una capea donde conocemos al villano de la película Don Pedro, todo filmado con un estilo del más puro kitsch, pues ante todo la cinta es un divertimento, un melodrama musical, al que no obstante varios historiadores acusan de estar preñado de propaganda nazi.
 
Una boda de lo más discretita
 
       Estas observaciones son lógicas al tratarse de un argumento del escritor ultranacionalista Gerhard Menzel, cuyo nombre aparece en letras bien grandes en los títulos de crédito. Años después Sirk explicó que el autor era una de las grandes esperanzas literarias de Alemania, aunque posteriormente se convertiría en un nazi. Lo cierto es que una película con guión suyo basada en su propia novela “Fugitivos” fue galardonada con el Primer Premio de Cine Nazi en 1934. Una historia que hablaba de unos alemanes viviendo en la parte de China gobernada por los comunistas y que intentan ayudar a las fuerzas imperiales de Manchuria. Finalmente en plena guerra, Menzel escribiría el guión, de una de las películas más manipuladas de la historia del cine, Heimkehr, donde se contaba como los alemanes eran masacrados por los judíos polacos, los meses anteriores al inicio de la guerra para así justificar ante las masas, la anexión de la nación eslava.
 
       En el caso de “La  Habanera”, la única propaganda nazi que yo encuentro, se refiere a la crítica al capitalismo estadounidense que sostiene el régimen feudal de Don Pedro, impidiendo la investigación de una vacuna para la misteriosa “Fiebre Portorriqueña” a la que se alude en el filme. Algo por otro lado que tampoco es tan descabellado, si estamos al tanto de las injerencias que el gran país del norte ha tenido siempre con las repúblicas del centro y sur del continente americano. La otra acusación, donde se establece una superioridad del hombre occidental sobre las culturas de otras razas, me parece discutible pues sin ir más lejos el cine norteamericano, está lleno de películas donde la raza blanca se considera intelectualmente superior al resto. Los ejemplos serían tantos y tan conocidos que dejo al lector de este post el recuerdo de algunos. En cuanto al tratamiento de los personajes femeninos, decir que no difieren de la manera con que habitualmente eran retratados en todos los países, sin necesidad de ser alemanes, ya que simplemente el mundo de aquella época era decididamente machista.
 
 
       Una vez soslayadas estas acusaciones, vuelvo al relato de filmación del filme. Seguro que muchos conocen que esta cinta se rodó en la isla de Tenerife, concretamente el 15 de septiembre de 1937. La mayor parte en la ciudad norteña de “El puerto de la Cruz”, una ubicación muy conocida por la mayoría de turistas alemanes que desde comienzos de siglo fueron acudiendo con cada vez mayor asiduidad. Aunque el inicio del turismo en la isla fue británico, ya para 1912 los mejores establecimientos hoteleros de “El puerto de la Cruz” eran regentados por germanos. Además del rodaje en esta bella ciudad, hay noticias también de localizaciones en el vecino Valle de la Orotava, Icod de los Vinos, la propia capital Santa Cruz y otros rincones del norte de la isla. El anecdotario del rodaje en la isla, hablan del entusiasmo demostrado por parte de los jóvenes falangistas, quienes daban vivas a Alemania y a la UFA. El duro que cobraban al día los extras sirvió para aliviar la economía de los isleños de a pie. Para el día 30 del mismo mes el equipo estuvo rodando en los estudios Babelsberg, radicados a las afueras de Berlín en la actualidad siguen en pleno funcionamiento, sin ellos la historia del cine alemán sería impensable.
 
Al comienzo de la película hay una corrida de toros rodada en Tenerife
 
       El estreno sería en el Gloria Palace Berlinés el 18 de Diciembre, el magnífico cine con casi 1.200 asientos era utilizado para estrenos de relumbrón. Se inauguró en 1926 con el Tartufo de Murnau, con una orquesta de 40 profesores, siendo también el lugar de estreno de “El ángel azul” cuatro años después. Una hermosa sala que acabaría como los sueños de gloria de los jerarcas nazis, pasto de las llamas por los bombardeos en 1943. Hoy sólo queda una butaca que guarda el Instituto de Cine Alemán, de aquel palacio cinematográfico de suntuosos mármoles y lámparas de vidrio.
 
 
Imágenes del fastuoso cine Gloria Palast
 
       También fue nefasto el futuro de varios de los intervinientes en la película. Ferdinand Marian que pese a ser vienés está muy convincente interpretando al cacique Don Pedro de Ávila, logró con este filme alcanzar el estrellato. Su mayor error fue en 1940 aceptar el papel protagonista del Judío Suss, una cinta propagandística en que se juntaban todos los estereotipos de malignidad que el nazismo achacaba a los hijos de Abraham. Se cuenta que el propio Goebbles presionó al actor para que aceptara, tras la negativa de otros colegas como Emil  Jannigs. Irónicamente el actor estuvo casado primeramente con una judía y protegió al ex marido de su segunda esposa que también lo era. Pero quedó marcado por ese papel, tanto que cuando iba camino de Munich, para conseguir de los americanos un documento de desnafizicación que le permitieran seguir trabajando, sufrió un accidente de tráfico que acabó con su vida. Hay otras versiones que incluso hablan de suicidio por los remordimientos que Marian tenía.
 
 
 
       Karl Martell que encarna al dinámico médico sueco, ya había coincidido con Zarah en su primera cinta alemana “Noche de estreno”, galán de agradable presencia, una vez acabada la segunda guerra mundial apenas tendrá papeles de relieve en el cine.  Pero sin duda más trágico fue el destino de Michael Schulz-Dornburg , en la película interpretando al rubicundo hijo de la estrella que moriría pocos años después como soldado en el frente ruso, con tan sólo dieciocho años. En cuanto al letrista Bruno Balz, su vida daría para un melodrama de Almodovar. Su homosexualidad hizo que por dos veces fuera detenido por las autoridades fascistas, tuvo que casarse y una vez acabada la guerra proclamar su condición sexual para así liberarse de las acusaciones de propagandista nazi.
 
 
 
       La intérprete de sus mejores canciones Zarah Leander, después de su exitosa etapa en el cine del Tercer Reich, acabó volviendo a su país natal en 1943, donde será repudiada. Volverá una vez acabada la guerra a su país de adopción Alemania donde desde 1950 volverá al mundo del cine, aunque ya esas películas no tendrán el brillo de las anteriores. En los escenarios seguirá cantando, ahora convertida en un icono del público gay.
 
 
       Una audiencia que también ha sido de siempre, amante de los melodramas de Douglas Sirk. El director ya en esta temprana cinta, nos dibuja acertadamente los conflictos de la mujer, con un estilo que ya comienza a definirse. Poco después del estreno de La Habanera, Sirk comunica a los directivos de la UFA, que marchará a Suiza para buscar localizaciones para rodar una nueva película, pero no volverá. De allí viajará a Roma para unirse con su esposa Hilde Jary que había huido poco antes con la complicidad de unas monjas. La primera esposa de Sirk, había denunciado a Hilde como judía, ese fue el motivo principal que hizo que el director abandonara su nación. Se iba uno de los pocos talentos que quedaban en el cine germano. Hoy su última película rodada allí…y en nuestras maravillosas Islas Canarias, vuelven con su mágico embrujo kischt, que no empaña un fondo trascendente y un final que no es precisamente un Happy End, es complejo, como los grandes melodramas que dos décadas después rodará en la Universal.
 
 

El rey de reyes (1927) El evangelio según DeMille

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Escena de la resurrección rodada en Technicolor de 2 bandas
 

Siendo la sociedad que vio nacer el cine mayoritariamente cristiana, es lógico que desde un principio se pensara en que llevar la vida de Cristo al nuevo medio sería un gran negocio. Ya en 1898 empezaran estos acercamientos, destacando la producción francesa “La vida y pasión de Jesucristo” rodada entre 1902 y 1907 por la casa Pathe. Esta popular obra dirigida por Ferdinand Zecca excepto los tres últimos cuadros cuyo autor es Lucien Nonget, no pasa de ser una sucesión de estampas estáticas, donde la teatralidad es más que evidente. El español Segundo de Chomón intervino en la fotografía y los efectos visuales de la obra, cuya iconografía nos recuerda los viejos libros de historia sagrada.
 
En la siguiente década, concretamente en 1912, Sidney Olcott viajó hasta Palestina para rodar in situ, una nueva versión que tituló “Del pesebre a la cruz”. Estaba producida por la empresa Kalem, la misma que unos años atrás filmó una versión “pirata” de Ben-Hur. Pese a estar rodada en “Tierra Santa” la cinta tiene un ritmo bastante pedestre, no resistiendo la comparación con las películas épicas que por aquel entonces se rodaban en Italia.
Del pesebre a la Cruz rodada en Tierra Santa
 
       Precisamente estos filmes espectaculares, causaron gran impresión en D.W. Griffith, quién en 1916 incluyó la pasión de Cristo, como una de las historias que confluían en su obra “Intolerancia”. El cine italiano y francés, siguieron narrando la pasión sin grandes novedades. Tras la Gran Guerra encontramos dos brillantes películas alemanas sobre el tema. “Der Galilaer” dirigida por  Dimitri Buchowetzki, en casi una hora nos cuenta los principales acontecimientos de la Pasión de Cristo. Interpretado por Adolf Faßnacht, famoso por representar al Mesías en multitud de teatros de Centroeuropa, mientras su hermano Georg interpretaba a su antagonista Judas. Además de contar con multitud de extras, es notable el trabajo de su director con planos de difícil ejecución y gran belleza. Sus estereotipos antisemitas son sin duda lo peor de esta película.
Griffhit con DeMille en una foto promocional de Rey de Reyes
 
Der Galilaer
 
       Dos años más tarde se estrena INRI. Su director fue Robert Wiene, conocido sobre todo por su excelente filme “El gabinete del Doctor Caligary”. En ella un capellán contaba a un anarquista detenido por intento de asesinato, como era mejor morir por los demás que asesinar por un ideal, ilustrándolo con la vida de Cristo. Contó con la plana mayor de los estrellas del cine germano de la época, destacando la composición de mujer fuerte que hace Asta Nielsen, como la Virgen María.
Precisamente DeMille en un principio pensaba combinar una historia moderna con la pasión de Cristo. Un modo de narrar historias bíblicas tan en boga en la época y que el mismo había utilizado en su película más famosa hasta el momento “Los diez mandamientos”. Había transcurrido tres años desde ese gigantesco éxito y el gran director se había independizado de su productora Paramount.
Una divertida foto de DeMille durante el rodaje
Sus problemas con el máximo mandatario de Paramount Adolph Zukor, se originaron durante el rodaje de “Los diez mandamientos”, ante sus altos costos. Ni la excelente recaudación lograda, que triplicaba lo invertido, consiguió cerrar la herida. DeMille seguía gastando, más y más, así que Zukor decidió no renovar su contrato, por lo que el director decidió aventurarse como productor independiente.
Zukor patrón de la Paramount
Hasta ahora, los productores estaban acostumbrados a no realizar grandes inversiones. Pensaban que el público llenaría igualmente las salas de cine. Serían personajes como Fairbanks, Griffith, Rex Ingram o DeMille, los que conseguirían gracias a su audacia personal, crear las películas de gran espectáculo.
 
Desprovisto del paraguas económico de Paramount, DeMille empezó a tener que luchar para conseguir sacar sus películas a flote. La andadura de la nueva productora había comenzado con “Hell´s Highroad” de Rupert Julian. La segunda película fue “La huella del pasado” primera dirigida por el propio DeMille. La cinta que trataba el tema de la rencarnación, volvía a  navegar por dos épocas: La Inglaterra isabelina y la América actual. El público a decir verdad no se sintió atraído por esta fantasía, así que DeMille cambió completamente de género con “Los Bateleros del Volga” una historia de amor en plena revolución rusa, que tuvo mejor suerte en las taquillas.
 
 
No obstante, pese a este respiro, la situación financiera de la productora seguía siendo más que delicada, por lo que DeMille decidió conseguir nuevamente financiación gracias a volver a filmar las Sagradas Escrituras. Inicialmente, pensó en adaptar la historia de Noé y el Diluvio Universal, pero al enterarse que Warner ya tenía avanzado un proyecto sobre el tema, tuvo que buscar una nueva inspiración de índole bíblica.
 
Sería Denison Clift un escritor bajo contrato de la productora, el que daría la idea de narrar la historia de Cristo y el título del filme. Ahora venía lo más difícil, encontrar financiación. Finalmente consiguió sacar adelante el proyecto, no sin grandes dificultades y encargó a su colaboradora habitual Jeanie Macpherson el guion del filme.  Macpherson como la mayoría de las escasas mujeres guionistas en aquella época, había entrado en el mundo del cine siendo actriz. Habitual de las películas de Griffith, acabó siendo la guionista principal de Cecil B. DeMille y casi exclusiva, pues son muy pocos los guiones escritos para otros directores.
Macpherson y DeMille en el rodaje
 
Jeanie Macpherson
 
Era una mujer moderna para su tiempo. Fue la primera de su sexo que consiguió tener el carnet de piloto de aviación. Ese arrojo y valentía era una cualidad que era admirada por DeMille, con quién le unió durante años una relación sentimental. Como si fuera un rey oriental, la vida sentimental del director era bastante excéntrica. Cuando su esposa Costance tuvo a su hija Cecilia, decidió no volver a compartir con él, el lecho conyugal, por lo que aunque siempre fue la señora DeMille, su  marido pasaba los fines de semana con alguna de sus amantes. Y digo amantes porque además de Macpherson, en la época del rodaje de Rey de Reyes, seguía manteniendo una relación sentimental con otra actriz llamada Julia Faye, de la que decía DeMille tenía los tobillos más bonitos de América.
DeMille con Julia Faye y Conrad Nagel
 
Faye apareció en el filme como Marta, una de las discípulas del Mesias y colaboró en la lectura de los títulos que MacPherson y DeMille iban escribiendo. La tensión entre ellas era evidente, en una ocasión, reunidas ambas en la oficina junto al director, Julia arrojó un tintero contra Jeanie que se estampó en la pared. Posteriormente esa anécdota se utilizaría en el filme de 1920 ¿Por qué cambiar de esposa? También se dice que DeMille fue amante de su secretaria personal, aunque no sé si fue simultáneamente con las señoritas Faye y Macpherson.
              DeMille, Macpherson y Sid Grauman
 
 
Podemos imaginarnos a DeMille, junto a sus dos amantes, a bordo del yate de este, en pleno proceso de creación. El resto de colaboradores observaba impávido como pese a lo incómodo de la situación, el resultado final era brillante. Entre estos colaboradores se hallaba la investigadora Elizabeth McGaffey quién con el resto de su equipo consultó 2.500 libros sobre el tema.
 

 
Como en su anterior epopeya bíblica, todos los miembros del reparto recibieron un ejemplar de las Sagradas Escrituras. Si para Los diez mandamientos, tuvieron que leer el Éxodo, en esta ocasión, debían hacer lo mismo con los Evangelios.
En la película DeMille contrató gran variedad de animales
 
Extras de la película comiendo un helado
 
La misma minuciosidad que hubo en la documentación sobre el tema, empleó en seleccionar al elenco,  incluyendo a los extras y animales que intervendrían en la superproducción. Para ello revisó miles de metros de películas, en busca de los que él consideraba más adecuados. Desde los más expertos jinetes, hasta el actor que tenía que representar nada menos que al Hijo de Dios.
 
Este honor y responsabilidad recayó sobre H. B. Warner, nacido en Londres era hijo de un famoso actor británico. Warner había sido bastante popular en la anterior década como galán, pero poco a poco había ido perdiendo tirón ante la taquilla. Desgraciadamente no he podido tener testimonio sobre esta etapa de su vida, pero es evidente que había protagonizado muchos filmes, en producciones de bastante envergadura. Ese mismo año había sido contratado por el estudio de DeMille donde había protagonizado “El silencio”, un drama criminal dirigido por Rupert Julian.
Sin dudarlo mucho, DeMille se decidió por este actor que tenía casi dos décadas más que el Jesús histórico. Con fama de mujeriego y bebedor, DeMille al igual que con el resto del reparto, le hizo firmar una cláusula en el que el actor se comprometía a no tener una conducta que propugnara un escándalo. Pese a ello, hubo rumores sobre la relación de Warner con una de las extras del filme, aunque lo cierto es que los enemigos de DeMille, o sea los banqueros de Nueva York, que estaban hartos de financiar las “locuras” del director, daban pábulo y creaban todo tipo de infamias, con tal de socavar la reputación del cineasta.
 
Para que el actor pudiera concentrarse al máximo en su personaje, DeMille optó por mantenerlo alejado del resto del reparto. Algo que luego repetirían décadas después los nuevos directores del “método”. También encargó al operador Peverell Marley, una iluminación especial que diera a Cristo una imagen divina a la par que humana. Fue un trabajo ímprobo al que tuvo que enfrentarse todo el equipo de fotografía, además de utilizar 75 diferentes lentes, estaban las exclusivas para  el siempre complicado proceso de Technicolor, utilizado en al comienzo de la película y en una de sus últimas escenas, coincidiendo con la resurrección.
 
El equipo de cámaras del filme
 
Basándose en la iconografía más popular sobre la imagen que de Cristo tiene la civilización occidental, se creó el aspecto que Warner daba en la pantalla. Lo cierto, es que su actuación sigue siendo recordada. El actor logró transmitir a la vez dulzura, autoridad, compasión y vigor. A diferencia de muchos actores de la época, los personajes masculinos de DeMille, no resultan afeminados para nuestros ojos modernos y su Cristo no sería menos. Es un hombre sensible pero viril, por el contrario el personaje de Judas, si parece impregnado de un ligero toque femenino. Joseph Schildkraut un actor austríaco de origen judío fue quién lo encarnó. Este Judas no llevaba barba a diferencia del resto de los apóstoles y tanto su pelo corto como su vestimenta es más propia de un romano que de un galileo. Ambos son actores de calidad, que siendo en el cine mudo en su juventud ídolos de las matinés, con el cine sonoro siguieron siendo sólidos actores de reparto, Schildkraut llegó incluso a ganar el oscar al interpretar al injustamente condenado Dreyffus, en la famoso biopic “La vida de Emilio Zola”.
 
       Para el papel de Caifás, el odioso Sumo Sacerdote, se contó con los servicios del padre de Joseph, Rudolph, también bajo contrato con el estudio de DeMille y acreditado intérprete de teatro Yiddish. Escocés era Ernest Torrance, un actor de gran estatura especializado en papeles de villano, siendo uno de los más populares el del Capitán Garfio en la versión filmada por la Paramount en 1924 del clásico Peter Pan. Aquí cambió de registro interpretando el rol de Pedro, representado como si fuera un Little John de Palestina, un gigante bondadoso que en ocasiones pierde los papeles, como cuando corta la oreja del soldado Malco en el prendimiento de Jesús.
       Cuando Jesús lo sana, devolviendo ésta a su estado natural, tenemos uno de los abundantes efectos especiales con que cuenta el filme. Su autor Howard A. Anderson fue uno de los pioneros en esta materia. En un tema tan propicio para lucirse, logra excelentes prestaciones en la escena del terremoto que sigue a la crucifixión, las tentaciones del diablo, o la resurrección del señor. Una de las más impactantes es cuando Cristo saca los demonios que se encuentran en el alma de María Magdalena que son los siete pecados capitales y que surgen alrededor de su cuerpo con estupendas transparencias.
 
 
       Precisamente, el papel de la cortesana de lujo, según la versión que DeMille hacía de las escrituras, dio origen a un extenso casting en el que participaron 18 actrices, algunas tan conocidas como Lita Lee, la Doña Sol de Sangre y arena, vampiresa oficial de Paramount y malvada de “Los diez mandamientos”, Estelle Taylor que también salía en el epic de DeMille y en la versión de Montecristo protagonizada por John Gilbert y Evelyn Brent famosa por “La ley del hampa” de Stemberg entre otras.
 
       Tampoco faltó la amante de DeMille, Julia Faye, pero no consiguió el beneplácito del jurado formado  por amigos del director como Sam Goldwyn, Sid Grauman, junto a Bruce Barton, Jessie Lasky y sus respectivas esposas. Al final el veredicto recayó en una texana que había sido chica Ziegfeld “Jacqueline Logan”. Atractiva e inteligente, intervino en 61 filmes con varias de las grandes estrellas de la época como Richard Dix y Antonio Moreno, aunque ninguno de ellos, salvo este de DeMille, ha pasado a la historia del cine. Cuando el cine sonoro arrinconó su carrera, pudo dirigir en Inglaterra un filme que ella había escrito. Pese al relativo éxito de este, no consiguió filmar ninguno más.
       Así que quedará en la historia del cine ligada a la imagen de esta Maria de Magdala, en cuyo lujoso palacio comienza la película de DeMille. Rodada la escena en Technicolor, tiene toda la extravagancia de un espectáculo de las mil y una noches, con cisnes en un lago, un guepardo al que acaricia constantemente, su legión de ricos admiradores a cual más feo y un carro tirado por cebras, donde lucen en su apogeo la dirección artística de Mitchell Leisen, el vestuario de Adrian y los decorados de Ted Dickson.

 

       Antes de comenzar el rodaje del filme, el autócrata director, reunió a todo el equipo técnico, actores y asesores varios, el 23 de Agosto de 1926, con un largo discurso en el que expuso su concepción de los evangelios. Entre el grupo de asesores que reunió DeMille, estaban los religiosos, judíos, protestantes y católicos. Con casi todos discutió por la heterodoxa visión que el director tenía de algunos de los pasajes bíblicos. Por ejemplo, se negó que en la escena del Domingo de Ramos, Cristo entrara en Jerusalén a lomos de una borriquilla, tal y como relatan los evangelios. Para él esa imagen quitaba dignidad a la figura del Hijo de Dios. También utilizó imágenes oníricas, como cuando una buena cantidad de palomas, se posa sobre la Virgen María, o en la escena del Templo donde aparece un corderito, al que coge en sus brazos, idealizando la figura bíblica del buen pastor.
Un grupo de jesuitas visitando el rodaje
 
       La película, tiene el sello característico de DeMille, con abigarradas composiciones, inspiradas  en los artistas barrocos y románticos como Rubens y Gustavo Doré y especialmente en los bocetos creados por el gran artista californiano Dan Sayre Groesbeck, fundamental en la estética del cine de DeMille.

 
       El rodaje se extendió  hasta el 10 de Enero de 1927. No creo que ningún filme rodado hasta entonces, cuente con  tan abundante material tanto fotográfico como de escenas filmadas, que documenta este proceso. En el podemos ver a un dinámico DeMille metido en faena, mientras se encarga de dirigir a su variada troupe.
 
       Daniel A. Lord quién pudo observar al director durante el rodaje del filme, lo describe como una extraña mezcla de monarca absoluto y caballero encantador. Lord era un escritor jesuita que poco después sería uno de los responsables de redactar el “Código Moral” que durante tantos años lastraría Hollywood. Estrecho de miras en los asuntos de alcoba, Lord era más progresista que DeMille en asuntos sociales. Con él tuvo sus más y sus menos durante el rodaje, mientras algunos clérigos judíos, antes del estreno, conminaban a sus fieles a no ver la cinta, dada la mala imagen que de los dirigentes de su pueblo se daba.
       Esta espectacular película, fue además la primera que se exhibió en el espectacular “Teatro Chino de Grauman”, icono de la ciudad del cine, en cuyo paseo se hallan las huellas de los actores más famosos de la industria. Sid Grauman, como comentamos era amigo de DeMille y al igual que él, un mago de la industria del entretenimiento. Al estreno del 18 de mayo de 1927, acudieron lo más granado de la industria, entre ellos la pareja real de Hollywood: Mary Pickford y Douglas Fairbanks, quienes también eran copropietarios del fabuloso nuevo templo del cinema.
 
 
 DeMille con Douglas Fairbanks
 
       La excesiva y dilatada ceremonia de apertura, con presentadores de la talla de Fred Niblo, Griffhit y Mary Pycford,duró casi tanto como el filme. Pese a ello tuvo una gran acogida por parte del público, lo mismo que en Nueva York y en el planeta entero. En Inglaterra se topó con una arcaica ley que en algunas importantes ciudades incluyendo Londres, prohibía la visualización del rostro de Cristo en público. Afortunadamente el abogado de DeMille, Neill McCarthy tenía contactos en las más altas instancias británicas que consiguieron subsanar el problema.
 
Escena y programa del estreno del filme
 
 
       Poco después del estreno de la cinta, se produce la revolución sonora comandada por “El cantante de Jazz”. Al año siguiente, se volverá a lanzar la cinta de DeMille, añadiéndole una banda musical con efectos sonoros, cuyo autor era el compositor vienés Hugo Riesenfeld. El año anterior había compuesto la partitura para "Orgullo de raza” la primera película que incluía efectos sonoros. Riesenfeld había destacado durante toda la década como compositor y adaptador de melodías populares, que acompañaban las películas mudas, en los mejores teatros de Broadway como el Rialto, Criterion y el Rivoli, donde se estrenó precisamente el 8 de julio de 1928 la nueva versión sincronizada. Fue además la primera que  utilizó el sistema de sonido RCA Photophone, que rivalizaría a partir de entonces con el Movietone de la Western Ellectric.
Misa de campaña durante el rodaje
 
       Además de la incorporación de la banda sonora, se redujo drásticamente la duración del filme en 43 minutos aproximadamente. La productora Pathé se había hecho cargo de la productora de DeMille, y dictaba ahora las normas. Durante muchos años esta fue la versión que se exhibió hasta que en  2004 la prestigiosa casa Criterion, lanzó en dvd la versión original que llevaba inédita casi noventa años, La única pega que pongo a esta soberana edición es que la nueva banda sonora encargada a Donald Sosin, no tiene la grandeza épica que desprende la de Riesenfeld.
 
 
       Mientras otras películas silentes perecieron con el advenimiento del sonoro, el filme de DeMille siguió exhibiéndose, siendo uno de los primeros que emitiera la primitiva televisión estadounidense. Pero su difusión mundial se debe a que sería utilizado durante décadas por misioneros católicos y protestantes. Se cuenta que fue la primera película que vieron los esquimales. Para 1959 se calculaba que alrededor de 800 millones de personas  habían visto esta película. Según contaba el director en su autobiografía, este filme sirvió de inspiración a múltiples conversiones y hasta contaba el caso de un polaco llamado William E. Wallner habitante de Gdansk, que al ver la cinta había encontrado su vocación de pastor luterano. Posteriormente Wallner ayudaría para que 350 niños judíos escaparan de la muerte.



       Hoy en día, seamos o no creyentes, la fuerza que emana el filme del gran director sigue bien viva. Sus espectaculares imágenes son uno de los mejores ejemplos para disfrutar de la narrativa de uno de los más grandes creadores de la historia del cine.
 
 
 

 

 

Los últimos días de Pompeya (1935) Homenaje a un trío de aventureros

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Hay títulos cuyo impacto hace que el resto de una obra permanezca casi en el olvido. Así sucede con el binomio formado por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, cuyo King Kong parece haber sepultado la obra de estos grandes creadores del cine de aventuras.

Cooper, Shoedsack y la cámara Margaret Harris durante el rodaje de Hierba 1925
 

Pero la dinámica pareja se forjó en un género que estaba en boga en la anterior década. Una forma de hacer cine ya casi desaparecida que combinaba imágenes documentales, con una historia fabulada y cuyo mayor exponente fue Robert J. Flaherty, cuyo filme “Nanook el esquimal” supuso un gran éxito. Estaban contratados por el mismo estudio “Paramount” quién financió dos estupendos filmes: Hierba (1925) sobre la vida de los pastores nómadas en Siria e Irán y Chang (1927) donde viajaron a la exótica Tailandia, con una historia más sentimental centrada en la relación entre un cazador adolescente y un pequeño elefante.
 

Ruth Rose, hija de un conocido dramaturgo, también tenía espíritu aventurero. Conoció  a Schoedsack en una expedición a las Islas Galápagos donde el director ejercía de director de fotografía, tras rodar Hierba. Cuando se casó con el joven director, se unió a esta tribu aventurera, cuyo último filme antes de acabar la década de los XX, fue su primera cinta de ficción, “Las cuatro plumas”.
 

 

La importancia de Rose como guionista surge cuando deciden llevar a la pantalla el inolvidable King Kong. Rango, había sido el canto del cisne de sus docudramas filmados para Paramount. Contratados ahora por RKO, comenzaran a hacer películas de diversos géneros, donde predominará la aventura. A partir de entonces, abandonaran sus expediciones alrededor del mundo y se centraran en el rodaje en estudios. Pero volvamos, al gran gorila, cuyo guion encargado a James Ashmore Creelman, está sobrecargado de diálogo lo que hace a la película demasiado pesada. Será así como Rose se haga con el libreto al que someterá a una concienzuda poda y eliminará el florido lenguaje de Creelman, por uno más llano y eficaz.

 
 
En los siguientes dos años Ruth Rose se encargará de los guiones de cuatro títulos más, terminando esta etapa precisamente con “Los últimos días de Pompeya”. Ella se encargó de dialogar la historia de James Ashmore Creelman y Melville Baker, autores de un relato que nada tenía que ver con la novela del mismo título escrita un siglo antes por Edward Bulwer Lytton, exceptuando la destrucción de la ciudad romana a causa de la erupción del Vesubio.

 

Poco he podido averiguar sobre la vida de Creelman, algo que creía interesante pues el argumento de “Los últimos días de Pompeya” realizado casi en su totalidad por él, contiene una preocupación social, nada habitual en una película de “romanos”. Así que tenían que  hablar sus películas. Creelman fue un guionista prolífico que incursionó en todos los géneros, pero esa preocupación social es evidente en dos de los títulos que firmó. Uno de ellos en la etapa muda “La bailarina de la ópera” de Raoul Walsh, donde describía sin maniqueísmos la revolución rusa y por supuesto King-Kong donde los efectos de la depresión hacen que Ann Darrow decida aceptar la proposición de Carl Denham, pues prefiere una aventura incierta a morir de hambre.



 
Las penurias económicas también asedian a Marcus, un modesto herrero cuya adversa historia familiar le hará convertirse en gladiador. Una sociedad despiadada, donde sólo el dinero tiene valor. Como contraprestación aparecerá la figura de Cristo, quién tendrá un papel decisivo en la historia. Un brillante argumento, con referencias continuas al poder abusivo militar y económico, hacen que perdonemos el que los personajes cuando el Vesubio entra en erupción, debieran tener una edad mucho más avanzada de la que presentan en el filme. Es una pena que Creelman solo escribiera la historia para un título más “East of Java” dirigida por Georg Melford, director asimismo de la versión hispana de Drácula rodada por el mismo estudio, Universal. Pese a que en diciembre de ese mismo año 1935, Louella Parson anunciara que el guionista junto a su colega John Colton, se encargarían de escribir la historia de una película titulada Journey to Marte, finalmente no se llevó a cabo. No sólo sería una novedosa cinta de ciencia ficción, también aseguraba la periodista que se rodaría en los estudios Paramount con el nuevo sistema Technicolor.

 
Después el silencio. Creelman aquejado de problemas personales, cuya naturaleza no hemos podido averiguar, se trasladara a vivir a Nueva York con su hermana y su cuñado. Un día que lo dejan sólo, decide acabar con su vida, arrojándose desde el piso 18 del apartamento. Fue en 1941, tan sólo tenía 46 años.
 
 
Byron Crabbe con una maqueta del circo romano
 

Esta película fue escala final  de muchas asociaciones, fundamentalmente del grupo de directores, guionistas, productores y por supuesto, ¿Cómo podíamos olvidarlo?, del gran equipo de efectos especiales, comandado por el gran  Willis O'Brien responsables de Kong. Sus magníficas aportaciones, junto al miniaturista Marcel Delgado y  Byron Crabbe, el decorador Thomas Little, dieron un empaque a la producción, que no se correspondía con su magro presupuesto.

 

Ya en la secuela de King-Kong, El hijo de Kong, los directivos de RKO, habían decidido recortar el presupuesto no pudiéndose llevar a cabo muchas de las ideas sugeridas por O´Brien. También con Los últimos días de Pompeya, sucedió algo similar. Merian C. Cooper que ejercía de productor, estuvo tentado en rodar la película en Technicolor. Cooper era directivo Pioneer, una nueva productora que se había formado con el objetivo de rodar cintas en el nuevo sistema de tres bandas. Desconocemos los motivos que nos privaron de ver esta película a todo color, quizás hubiera sido mucho más complicado utilizar los efectos especiales con el nuevo sistema. Lo cierto es que O´Brien intervendría en el segundo y último largometraje de Pioneer, la olvidada con justicia, “El bailarín pirata”.


 
 
 
 

No obstante como hemos citado, la imaginación del equipo técnico, logró recrear con acierto, no sólo la citada Pompeya, sino parajes de Tierra Santa, donde se desarrolla la parte central de la película. A destacar la mansión de Marcus, el Palacio de Pilatos y el Circo. Por supuesto que el climax será la violenta erupción volcánica que acabará con la ciudad.
Si prestigiosos son los técnicos que intervinieron en el filme, no puede decirse lo mismo del reparto, en lo que atañe a los actores protagonistas. RKO tenía pocos actores que fueran un referente en las taquillas. Sólo Katherine Hepburn y la pareja Astaire-Rogers, siendo estrellas emergentes podían equipararse al nivel estelar que tenían otros estudios. Así que se le dio el papel protagonista a Preston Foster, un actor de buena presencia física, aunque algo envarado. Parece encontrarse bastante mejor en las escenas de acción, que cuando tiene que transmitir sus sentimientos. No obstante aunque hoy olvidado, Foster tuvo una carrera bastante interesante, teniendo papeles estelares hasta la mitad de la siguiente década, siendo dirigido además por directores tan famosos como John Ford (El delator) o Cecil B. DeMille (Policía montada del Canadá),
Mejor a mi opinión que Foster, está John Wood interpretando a Flavio su hijo adoptivo. Este intérprete australiano, tuvo una vida plagada de anécdotas (estuvo internado dos años en un campo de prisioneros japonés) pero su periplo en el cine fue mediocre.


 
 
Como contraste, la galería de secundarios está conformada por actores que han dejado una huella indeleble en el cine. Empezando por Basil Rathbone, quién ya llevaba 14 años en las pantallas, pero sería precisamente en 1935 cuando su nombre empezaría hacerse familiar como villano, interviniendo en las dos adaptaciones de Dickens, que David O´Selnizck produjo para MGM (David Copperfield e Historia de dos ciudades) en Anna Karenina, donde era el pérfido marido de Greta Garbo y sobre todo “El capitán Blood” donde pudo exhibir sus dotes de esgrimista, frente a la nueva estrella Errol Flynn. Su Poncio Pilatos, es más ambiguo, aprovechando el excelente guion consigue sin lugar a dudas la mejor actuación de la película.
 
Muy bien también está Ward Bond, habitual secundario de Ford, como el gladiador Burbex y Louis Calhern como el odioso prefecto. Ambos con una trayectoria prestigiosa en títulos de lo más variopinto. Los papeles femeninos, en esta película de poca envergadura, recayeron en dos actrices que también al igual que Foster  y Wood han caído en el olvido. Mientras Gloria Shea, pasó la mayor parte de su carrera en películas de serie B, Dorothy Wilson sí estuvo a punto de alcanzar la cima. Promocionada por Gregory La Cava, de quién fue secretaria, interrumpió su carrera al casarse con el guionista Lewis R. Foster, que ganó el oscar por Caballero sin espada.
Programa troquelado de su estreno en España
 

Después de esta película, nuestro trío aventurero abandonaría RKO. Tomarán caminos diferentes, aunque finalmente volverán a encontrarse en dos títulos más que interesantes: Dr. Cyclops y El gran gorila. Pero esa ya es otra historia, a la que nuevamente volveremos, hoy nos quedamos con esta más que estimable cinta, que se estrenó en Madrid el día de Navidad de 1935. Narrando una catástrofe, de mucha menor envergadura que la que acaecería en nuestro país en menos de ocho meses.
 
 

 

 
 
 

 
 
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